Un logo de la agrupación del ex camporista con la Virgen de Itatí, no pareció ser la mejor carta de presentación de quien se atribuye la pretensión de conducir al peronismo y busca quedar en más de una oportunidad, bajo el manto protector de la Iglesia. Ottavis se referencia en una supuesta directiva de Cristina Kirchner que, válido es decirlo, hasta el momento, no hace pie en la conducción nacional. Menos puede ordenar la Provincia de Buenos Aires, y se le hace cuesta arriba lidiar con las provincias gobernadas y no gobernadas por el peronismo, cada una de las cuales define estrategias propias, acordes con sus propias realidades. En este marco, Corrientes dista de ser la excepción. Para Cristina, todo un tema. Se trata de una elección que se nacionalizará, con el agravante de que antes habrá que salir de la encerrona en que quedó el distrito con una situación institucional precaria que deberá ser resuelta, en primera instancia, por la jueza María Servini, y luego por la Cámara Electoral Nacional después de que el Consejo Nacional actúe. En las últimas horas, y después del portazo de un diputado nacional santafesino que abandonó el bloque, el Congreso provincial fue la caja de resonancia. El PJ, luego de un áspero debate, se partió en cuatro. Paradójicamente, el tema de la discordia fue uno que está en el tapete de los correntinos: la política de alianzas. Toda una señal de que si Menem, con todo el poder, no pudo prevalecer, menos lo hará Cristina y sus adláteres locales.
04-POLITICA-7La improvisación, la falta de músculo y potencia electoral de los convocantes, y las verdades a medias fueron determinantes del fracaso de una nueva puesta en escena que ensayaron los bonaerenses en su intento por arrastrar al conjunto del justicialismo bajo el ala del ex camporista Ottavis. Entendieron equivocadamente que el carácter de presunto armador de Cristina podría ser suficiente para disciplinar a un peronismo que, con muchas cicatrices, no le ve «la pata a la sota», y en el cual hacen ruido «operaciones de trastienda» que lo vuelven a colocar como actor secundario.
FIGURITA REPETIDA. El ex concejal, Omar Molina fue uno de los pocos dirigentes capitalinos que llegaron a Itatí. En Goya, como en Capital, se concentra el 47% del padrón. En ambos lugares, la última cosecha electoral fue más que pobre. Allí, la boleta del PJ, como en Mercedes e Ituzaingó, apenas superó el 4%, y en casi 20 localidades la lista que encabezaba Fabián Ríos no presentó candidatos. Era obvio que, para obtener resultados distintos, había que hacer cosas distintas, pero los interventores buscaron la vía más fácil: un simulacro de interna, con un cronograma de fechas incumplibles, que diera pie a dibujar, entre cuatro paredes y de forma exprés, una lista con nombres que comenzaran a asomar. Esos nombres son «un secreto a voces», aunque, según versiones terminantes, hay tres o cuatro listas en danza que padecen «el síndrome de la frazada corta».
Hace una semana, Ottavis pretendió «hacer Patria ancha» en Capital. Convocó con «una mateada con chipás» a la militancia en la sede de calle Salta el domingo por la tarde. El desaire no pudo ser más elocuente. Horas después, los otros dos bonaerenses, aun teniendo el rótulo formal de interventores, no tuvieron mejor suerte. Con un pie en el estribo, próximos a volver a Buenos Aires, convocaron a la dirigencia para discutir quiénes integrarán la Junta Electoral aún no constituida y llamaron a una conferencia de prensa que tuvo la particularidad de que no hubo casi periodistas, con sólo tres presentes, y tuvo casi nula repercusión en los medios, donde ya se instaló la caída de un proceso electoral por el cual nada se hizo para convertirlo en una realidad.
Un error capital
sale a la superficie
Ayer, la convocatoria no fue la esperada, ni en el número ni en la representación cualitativa. Hubo dirigentes de varios lugares, pero exponentes de sectores de cada localidad, no del conjunto. Algunas localidades estuvieron directamente sin representación, y otras con sectores claramente minoritarios. Lo que está pasando era obvio que sucedería. Se había pedido desdoblar las elecciones para que, en una primera instancia, los 75 pueblos voten libremente, sin injerencias ni interferencias provinciales y nacionales, de modo de tener en claro la real legitimidad actual. Una foto versión 2025, expresión del voto del afiliado. No se quiso seguir este camino, y los resultados están a la vista. Ahora, cuando llegue el momento de contar los votos en la general, el resultado de la provincia será el resultado de la suma de las 75 localidades.
Una pregunta para quien quiera ser presidente del partido: ¿Es bueno presidir un cuerpo que hacia abajo no tenga real representatividad? ¿Es bueno presidir un partido donde, desde el «vamos», las atribuciones del consejo o del congreso no están claramente determinadas y no responden a la necesidad de jerarquizar la institución partidaria? ¿O se pretenderá seguir con las llamadas listas de consenso, con interlocutores de dudosa legitimidad, o dando superpoderes a expensas de congresales que son convocados de piedra? Lo que debe quedar claro es que, ser presidente del partido supone responsabilidades. No es un cargo decorativo. Hay que tomar decisiones y tener espaldas para hacerlo.
El peronismo itateño tiene historia
El 16 de julio de 1990, desde las escalinatas de la Basílica de Itatí, se hizo público el lanzamiento de la línea Vamos Compañeros, que exactamente cinco meses después terminaría con la hegemonía que, por más de tres décadas, había mantenido Julio Romero al frente del justicialismo correntino.
En el año 2000, Itatí pretendió ser utilizado para cumplir con el pedido de Carlos Menem, quien buscaba que el Consejo Provincial del Partido avalara la alianza tato-menemista para las elecciones a gobernador de 2001. Diez reuniones previas del consejo habían sido convocadas con ese fin, pero nunca se logró el quórum de 13 miembros. La paridad de 11 a 11 se mantuvo durante meses, mientras Menem amenazaba con intervenir el distrito, aunque prefería evitar el costo político de lo que sería, como finalmente fue, una decisión traumática, no exenta de actos de pugilato a la vista de todos.
La convocatoria en Itatí fue impulsada por los renovadores, quienes apostaban a la confusión de una reunión multitudinaria cuyo leitmotiv era la vuelta a la actividad de Rubén Pruyas, luego del grave accidente que protagonizó con Fabián Ríos al volante, lo que lo llevó a someterse a varias operaciones en el rostro. En medio del desorden, se intentaría «dibujar» un número favorable. Sin embargo, la operación fue desbaratada desde la prensa. Natalio Aides, desde su programa Buenas Tardes País, registró uno por uno el número de consejeros habilitados, que no superaban los 11. La estrategia fracasó.
Por entonces, Rubén Pruyas, Ángel Pardo y Rodolfo Martínez Llano, este último como secretario general, comandaban el partido tras la renuncia de Pardo a la presidencia, quien prefirió dar un paso al costado debido a la incomodidad que suponía la beligerancia con el Partido Nuevo.
Luego de Itatí, la pulseada se definió en favor de la posición más dura. Pardo volcó su apoyo a Martínez Llano y, en una nueva reunión en Empedrado, se decidió desoír el pedido de Menem. Sin dudarlo, Menem convocó al plenario del Consejo Nacional del PJ para intervenir el partido y allanar el acuerdo con «Tato», lo que generó el quiebre en el justicialismo.
Uno de los últimos en sumarse fue Eduardo Galantini, a quien mantenían entretenido en el Escuadrón 48, a la espera de una candidatura a diputado nacional. Sólo 30 minutos antes del cierre de listas, y al haber optado «Tato» por Pruyas, el cañaseño saltó de camioneta en camioneta hasta llegar al campamento donde Oscar Aguad cerraba la lista del Frente de Todos, logrando colarse en tiempo de descuento.
El siguiente capítulo pareció ser el final. Menem presidió una reunión tumultuosa como no se conocía desde el famoso congreso del teatro Odeón. Allí se votó la intervención del PJ en medio de trompadas, lo que llevó a dirigentes como Eduardo Menem y Juan Carlos Romero a abandonar la reunión frente al escándalo generado.
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