Imaginar que una persona pudiera escandalizarse porque una mujer estuviera descalza o no usara medias, suena muy extraño hoy en día. Sin embargo, no hasta hace mucho las normas o protocolos de comportamiento social ponían sobre ellas una carga muy pesada. Bueno, hace poco más de siglo y medio un visitante extranjero hizo de Corrientes una excepción en ese sentido. Fue el naturista Alcides D’Orbigny quien llegó a explorar la provincia y registró por escrito las costumbres de las correntinas que tanto lo sorprendieron.
Los historiadores Jonatan Botello y Virginia Cabrera Segovia, rescataron ese registro documental en su ponencia Antecedentes de estudios sobre la mujer en la Historiografía Correntina, para el 19ª Congreso de Historia de la Provincia de Corrientes. Allí los autores mencionan que la mujer «no ha sido considerada dentro del debate histórico por no tener cabida como parte efectiva de participación en los acontecimientos bélicos y políticos, pero sobre todo, por estar ocupando un espacio más íntimo dentro de la sociedad, el del hogar, en donde estaba limitada a desempeñar un rol pasivo e intrascendente».
Su trabajo muestra los resultados de una búsqueda documental en la que dan con el escrito del francés y otros extranjeros que llegaron a la provincia durante el siglo XIX y hablaron, entre maravillados y escandalizados, sobre las costumbres de las damas correntinas.
Los Parrish, por ejemplo, mencionan en sus escritos a la esposa del español don Isidoro Martínez cuando hablaba a la par de su marido, o las costumbres de las señoras de hablar en guaraní. De hecho, fueron ellos quienes difundieron la anécdota que dio fama a «La Gobernadora» de Corrientes, doña María Esquivel de Méndez, cuando los recibió con los atuendos de su esposo, el gobernador Juan Bautista Méndez.
¿SALVAJES?
Sin embargo, el trabajo en el que se ahonda un poco más sobre las mujeres correntinas de las primeras décadas de ese siglo, el que resulta más resonante es el de Alcides D’Orbigny. De los extractos de su libro Viaje a la América Meridional, transcritos en el trabajo de Botello y Cabrera Segovia, se menciona dos hechos en cuanto a las damas correntinas que sorprendieron al explorador, que son comparadas con las «francesas elegantes». Uno tuvo lugar en Itatí y el otro, en Caá Catí.
En Itatí, el francés fue invitado a una fiesta y, según sus propios escritos, lo que más le llamó la atención fueron la vestimenta y los modales de las itateñas. «Todas se ubicaron en los bancos y pude notar que si bien algunas se habían puesto zapatos para venir a bailar, otras se habían olvidado las medias. Todas fumaban a más y mejor, y ninguna retrocedía ante el vasito de aguardiente… ¡Qué contraste hay entre las costumbres un poco groseras y hasta medio salvajes de estas comarcas lejanas y, por ejemplo, las de nuestras brillantes reuniones de invierno en París! ¿Qué dirán nuestras francesas elegantes de un baile en el cual durante los intervalos las damas, casi todas sin zapatos ni medias, tenían el cigarro en la boca y se refrescaban con aguardiente? ¡Vamos! -exclamarán quizás-, ¿qué damas eran esas?», escribió el naturista, que le dedicó un amplio capítulo de su libro a su estadía en Corrientes.
Su sorpresa no terminaría allí. Cuando estuvo en Caá Catí, se sorprendió por dos características de las damas del pueblo: por un lado, su belleza y por otro, su «soltura». «Las mujeres son encantadoras, bien formadas, grandes, con modales muy ingenuos. Se las cita, por lo común, como las más bonitas de la provincia».
«Las costumbres de la comarca no pueden estar más relajadas. Las mujeres no son altaneras y se dan sin escrúpulos a excesos que jamás les reprocha la opinión pública, muy indulgente y enemiga de formular críticas».
«Una mujer siempre es bien vista y buscada, aunque tenga varios hijos de padres diferentes, y sus intrigas nunca se convierten en obstáculo a que se case. El mismo pudor ya no existe. Noche a noche todos los habitantes se van a bañar en una laguna cercana. Mujeres y hombres están juntos; éstos desnudos del todo y aquéllas conformándose con entrar al agua cubiertas por un trapo que entregan a su sirvienta en cuanto se hallan adentro», escribió, en un registro en el que el único dato es su palabra.
Desenvueltas, descalzas, bebedoras y fumadoras, las correntinas sobresalieron y eso sí quedó documentado para la historia.
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