El obispo de Santo Tomé, Alejandro Montini fue entrevistado en el programa de radio Dos conducido por Rubén Duarte.
En amena charla, el religioso se explayó acerca de la realidad social tanto en la provincia, como en el país.
A continuación, lo más sobresaliente de la conversación.
Yo culpo bastante a los jóvenes por la decadencia moral y espiritual que nos lastima a todos y que sufrimos desde hace tiempo. Voy a hablar particularmente de la República Argentina. Pero reflexionando y pensando a fondo, buceando en esta realidad que tanto me duele, digo pero no debe ser culpa de los jóvenes y pienso en los adultos, Monseñor, seguramente hicimos y hacemos algunas cosas mal para estar como estamos, ¿No?
-Coincido con los dos comentarios que usted está haciendo. Coincido que cuando uno va creciendo y va avanzando en la vida, ya va sintiendo mayor libertad y esa libertad le permite hablar sin, por supuesto, en el respeto y en la caridad que significa plantear el poder ser, pero con la libertad de decir lo que uno entiende, lo que a uno le parece, por supuesto con razones, más allá de la valoración, del aplauso, de lo que signifique para el resto. Creo que uno va ganando libertad, porque es cierto que también en la medida que uno va creciendo, y además las cosas fuertes en la vida, como usted hizo referencia, nos van ubicando frente a cosas que son realmente las esenciales y que uno se da cuenta que en realidad no son tantas las cosas esenciales y por eso se mueve con mayor libertad. En este sentido, y no quiero ser largo en el comentario, siempre me llamaron la atención las películas extras, que son un poco trágicas. Las películas que son de los atentados de las Torres Gemelas, todos los que somos de la generación 2000, lo vivimos y lo sufrimos. En esto también debo decir que por la vocación que yo tengo me siento con el privilegio de ser testigo de ello, porque el hecho de estar, de acompañar, de fortalecer, de consolar procesos de salud, enfermedades terminales y demás, me ha hecho testigo de esta verdad.
Ahora pasamos a lo segundo que usted planteaba respecto de la condición y de la situación en la que vivimos, una situación así muy marcada. Hablemos de lo cultural que es todo un planteo. Coincido con usted que en realidad la gran reflexión tenemos que hacerla en el mundo de los adultos. Creo que el mundo de los adultos y el rol que cumplimos en la sociedad, cada uno de acuerdo a la condición y al lugar donde la vida de Dios nos ha puesto, tenemos una responsabilidad que es muy grande respecto a lo que es la generación y la educación de las generaciones jóvenes y las que le siguen. Creo que nuestra responsabilidad es muy grande y quizás habría que hacer un estudio más de campo. Hay tener una mirada un poco más comprensiva para poder entender las causas de una serie de cosas que hicieron que los jóvenes recibieran, de parte nuestra, no siempre lo mejor y por eso a veces uno asiste a situaciones que son muy feas, muy dolorosas, muy tristes.
Monseñor, también entendí que la grieta no es una cosa muy complicada, ¿No? Se simplifica a una división entre buenos y malos, más allá de lo político, de lo cultural, de lo económico, de distintos intereses que hacen a la vida del día a día. ¿Estoy equivocado o puedo estar cerca?
-En realidad la grieta pone en evidencia la inmadurez de las personas y la inmadurez de la sociedad. Porque en este juego de blancos y negros, o de buenos o malos, lo que pone en evidencia es la suerte del analfabetismo de sí mismo. ¿Qué quiero decir con esto? En realidad no es que haya buenos y malos, en realidad los buenos y los malos incluso me habita a mí. Con lo cual, si yo soy consciente de quién soy, de lo que tengo, pero con una conciencia muy real, me doy cuenta que yo también tengo una ambigüedad y que así como yo tengo cosas que pueden ser valoradas y buenas, soy consciente que tengo cosas que son límites y debilidades. Entonces, esto hace que yo pueda aceptar el límite y la debilidad del otro y me pueda enriquecer con la fortaleza y los talentos del otro. Esto es lo propio de una sociedad y de una relación que es madura. A mí siempre me llama la atención, en esta idea un poco de la historia Argentina, unitarios y federales, por decirlo así de un modo significado, el frontispicio de la Catedral Metropolitana, que tuve la suerte de estar el mes pasado por allí, es justamente el reencuentro de aquella escena bíblica de Jacob que se encuentra con su hijo José y con el resto de sus hijos.
SIMBOLOGÍA
En cuanto a la Cruz de los Milagros, ¿Qué tenemos que seguir manteniendo vivo los correntinos?
-Lo primero que me viene al corazón, a la cabeza, es que creo que la Cruz de los Milagros pone de manifiesto, en primer lugar, que Dios ha querido estar en Corriente. Lo digo así de modo taxativo porque, bueno, todos conocemos un poco la historia de la Cruz, y que en realidad en la Cruz estaba la fe cristiana, la fe católica. En la fe cristiana y católica, estaba Dios, que justamente hace ser presente en esta tierra. Conocemos el suceso, el incendio, etcétera. Pero me parece que lo primero que me surge pensar es esto, es que Dios no se olvida de nosotros, Dios está con nosotros. Que siempre es bueno saberlo, siempre es bueno repetirlo, y siempre es una gracia constatarlo en la propia vida. Después, una segunda cosa que me surge es un poco la representación de la Cruz y la devoción tan arraigada. Corrientes, si yo diría, lo extendería a Argentina o a los pueblos latinoamericanos de la Cruz. A mí me llama mucho la atención, el domingo, por la mañana, estuve en la ciudad de Libres, que es parte de la diócesis de Santo Tomé, y ahí estábamos mirando algunas cosas del templo y justamente al ingreso del templo, por ejemplo, de la parroquia de San José, a la izquierda hay una inmensa cruz. Me conmovió ver la cantidad de gente que ingresa solamente para ver la cruz y para tocar la cruz.
Días pasados existió una declaración por parte del Episcopado, ¿Podría comentarnos, cuáles fueron los temas más importantes? Son 40 años de la recuperación de la democracia.
-La semana pasada, desde el lunes hasta el viernes, estuvimos reunidos en asamblea primaria todos los Obispos. Tenemos un primer momento, que es un momento muy sensible, muy fuerte, que lo llamamos compartir pastoral, donde cada obispo va contando un poco la realidad que se vive en las perspectivas diversas, desde la perspectiva religiosa, social, económica, política. La verdad, que es un momento muy rico, muy conmovedor, donde también se hace referencia a situaciones particulares, momentos dramáticos o como así también, distintos tipos de colaboración y de ayuda que se puedan ofrecer. A partir de ese momento surgió la idea de escribir una carta que no quiere ser un comunicado, sino que es una especie como de declaración y lo titulamos así «A 40 años de la reputación de la democracia», justamente en este año 2023 se van a cumplir los 40 años, renovamos la esperanza. En esa declaración, lo que hacemos es en primer lugar una especie como de constatación de cómo están los argentinos hoy, que ha surgido de ahí, y que surge del vínculo directo que nosotros tenemos con las personas, con las comunidades, con las familias.
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