Por Noelia Irene Barrios
EL LIBERTADOR
En abril de 1998 el nombre de un correntino resonó en los medios de todo el mundo y fue el eje de un debate sobre la Justicia internacional. Se llamaba Ángel Francisco Breard y se convirtió el primer argentino-paraguayo condenado a la pena de muerte y ejecutado en Estados Unidos. Lo hallaron culpable por el asesinato e intento de violación de una mujer y, pese a que nunca negó que cometió el crimen, acusó a un ex suegro de haberlo maldecido. Su caso causó un conflicto con Amnistía por un reclamo de revisión de la pena que finalmente no fue escuchado.
La historia de este criminal correntino la dio a conocer entonces el organismo internacional. Bajo el título Ángel Francisco Breard: Enfrentarse a la muerte en tierra extranjera, de marzo de ese año, Amnistía dio a conocer los detalles sobre su biografía, el crimen que cometió y el reclamo a la Justicia norteamericana para evitar la ejecución.
En el documento explicaban que Breard había nacido en Corrientes, que era el menor de cuatro hermanos y que de niño había sido víctima de abusos por parte de un soldado. También se menciona que cuando tenía 13, fue con su familia a vivir a Paraguay, donde luego se hizo ciudadano y que allí, a los 15 años, comenzó con su adicción al alcohol.
El informe agrega que un hecho del que fue protagonista, habría sido determinante en su conducta a futuro: «En 1985, Breard sufrió graves lesiones en la cabeza en un accidente de automóvil, por las que estuvo inconsciente varios días. Su familia informó más tarde que se había producido un cambio patente en la personalidad de Breard tras el accidente, destacando en especial su tendencia a la conducta compulsiva y a perder la calma».
Luego sobre su llegada a Estados Unidos, mencionaron que arribó allí en 1986 y tras inscribirse a clases de inglés, consiguió empleo y luego se casó con una de sus profesoras. Sin embargo, por su alcoholismo, el matrimonio sólo duró cuatro meses.
EL CRIMEN
Tras pasar por varias ciudades, Breard se instaló en Arlington, Virginia, donde cometió el crimen por el que recibió la pena capital. Según las reconstrucciones de los investigadores y los medios de prensa, el 17 de febrero de 1992, el correntino salió de su casa con motivo de comprar cerveza. En el camino se cruzó con Ruth Deckie, una mujer de 39 años que salía de un bar. Él la siguió hasta su casa y allí intentó violarla. La víctima se resistió y él la acuchilló varias veces provocándole la muerte. El asesino logró escapar, pero los investigadores lograron encontrarlo y apresarlo seis meses después.
En el juicio que se llevó adelante en 1993, el correntino admitió que cometió el crimen. Pero fue su justificación lo que generó revuelo en la prensa estadounidense: dijo que actuó víctima de una maldición que le hizo su ex suegro.
Según el informe de Amnistía Internacional, al carecer de asesoramiento sobre el proceso judicial en ese país, el acusado intentó apelar a la clemencia del jurado y por eso insistió en su versión sobre el maleficio. Sin embargo, no sabía que en el Estado de Virginia, el crimen que él reconoció haber cometido, era penado con la muerte. En sólo tres días, lo declararon culpable.
CONTROVERSIA
Tras conocerse el veredicto, Amnistía hizo un fuerte reclamo y comenzó una batalla legal que finalmente no tuvo resultados: «En los casos de ciudadanos extranjeros juzgados por delitos que conllevan la pena de muerte, una rápida notificación al consulado y la asistencia de éste al procesado significan literalmente la diferencia entre la vida y la muerte. Ángel Francisco Breard fue juzgado, declarado culpable y condenado sin contar con el apoyo consular necesario para garantizar que comprendía el complejo sistema judicial de otro país», remarcaron.
Las acciones legales impulsadas por el organismo internacional intentando salvar la vida de Breard, se extendieron por años. Llegaron incluso a la Corte Internacional que, días antes de que se cumpliera el plazo para la ejecución, dictaminó que Estados Unidos tenía que aplazarla para revisar la condena. El conflicto llegó a tal magnitud que hasta la propia secretaria de Estado del presidente Bill Clinton, Madeleine Albright, le envió una carta al Gobernador de Virginia para que considerara el aplazamiento de la pena. Todo fue en vano.
La noche del 14 de abril de 1998, a las 23.39 hora de Buenos Aires, en la cárcel de Greenville, en presencia de seis testigos voluntarios por del Estado y un grupo de periodistas, Ángel Francisco Breard, de entonces 32 años, recibió la inyección letal. Por una normativa, su familia tuvo prohibida la presencia en el lugar. En los seis años que estuvo detenido se había vuelto profundamente evangélico. Dicen que nombró a Dios antes de expirar.