Está claro que la militancia y la dirigencia genuina no quieren saber nada con la ocupación bonaerense. Un interventor que da lástima, hacia afuera y hacia adentro, con fotos que patentizan, mejor que las palabras, el rechazo que produce. Sin haber hecho lo básico y elemental, que es acordar reglas de juego transparentes en el marco de un proceso electoral de cara a la sociedad, sale a hacer campaña al interior y, por lógica, no logra acompañamiento representativo ni convocatoria genuina acorde a la importancia de las localidades que visita. Más de lo mismo. Las mismas caras en una foto que en otra. Entre ellas, sobresale la del diputado Jorge Romero, que perdió la Intendencia de San Luis y quedó casi sin concejales. Hoy, la cara visible del fabianismo residual, que supo ser nave insignia de la estigmatizada cooperativa. Jorge era el presidente al que el Consejo Nacional, por unanimidad, le intervino el Partido, y la Justicia pidió rendición de cuentas que hasta ahora la intervención no cumplimentó. Ni hacia atrás ni hacia adelante, incluyendo el actual período.
16-CONTRATAPA-2Muchos parecieran no entender que las elecciones se ganan o se pierden en Corrientes. La presencia de los bonaerenses no contribuye a darle autenticidad e identidad a una propuesta que, desde el peronismo, debe aparecer como superadora en un contexto particularmente propicio para mostrar algo distinto. Distinto, pero que nada tenga que ver con la farandulización de la política, porque no es en Bailando por un sueño, que los correntinos van a dar una cuota de crédito a una dirigencia que debe aparecer como conductora de un nuevo tiempo.
El fraude en el manejo del padrón está llamado a crear un strepitus difícil de dimensionar cuando, en cada localidad, se advierta a los afiliados que han caído. El reglamento, que aún no está firmado, agregado en el Juzgado ni publicado, tiene un procedimiento deliberadamente engorroso, inviable para recuperar afiliados. Se habla de reafiliación, que es algo que no existe en los términos de un cronograma con el padrón provisorio cerrado. Los trámites son individuales, por nota en duplicado ante la junta, después de las 17. Reclamos que deben ir fundados y a los que nunca se les dará trámite. Esa es la verdad de un padrón que aparece con 15.000 afiliados menos de los que debería, sin que nadie ensaye una explicación ni diga por qué se sigue sin exhibirlo.
El delegado normalizador sigue recorriendo, «sin ton ni son», la provincia. De localidad en localidad, pero con convocatorias pobres, producto de la sectorización con que se maneja. Al día de hoy, con una carta orgánica reformada cuya validez depende de lo que termine resolviendo la Cámara Electoral Nacional, donde se halla el planteo recursivo. Una decisión de intervención que pende de un hilo, con la espada de Damocles de que la jueza María Servini y/o el Tribunal de Alzada la declaren nula. Una Junta Electoral que no está firme y una serie de planteos pendientes de resolución en un derrotero al que se ha llegado por la pertinacia de los interventores de querer imponer sus propios criterios.
Hasta ahora, los padrones no se exhiben. Hay miles de afiliados cuya ficha, aunque presentada, no está incorporada. Otros miles, algunos de vieja data, han sido excluidos.
La sede partidaria sigue siendo tierra de nadie, hasta ahora sin controles sobre las computadoras y la documentación que se vaya sumando.
En este marco, una interventora ausente del territorio. Un coequipier que anda «como ternero guacho», saltando de localidad en localidad, manejado desde las sombras por un titiritero que prefiere manejar los hilos a distancia, consciente de que «el horno no está para bollos», menos para chipás, como lo comprobó domingos atrás. Primero con una convocatoria fallida y luego por una movida que, «con bombos y platillos», se organizó para desembarcar en Itatí, pero que la prudencia aconsejó levantar el caballo kilómetros antes.
Hay otros compromisos que, como los de Marcos Bassi, están llamados a hacer ruido. Es que la frazada es corta, y la mentira tiene patas cortas. A la hora de la verdad, o antes, «saltarán los tapones» en una intervención que no necesita contrarios para garantizar su fracaso. Son ellos mismos los que, en sus marchas, contramarchas y contradicciones, hacen todo cuesta arriba.
Corrientes, «República Aparte», cementerio de interventores. ¿Por qué ahora sería distinto?
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