"NO ME VENGAN CON QUE NO LES ALCANZA, HAY MUCHÍSIMA GENTE QUE LA PASA PEOR". Un golpe bajo al Congreso de la Nación en cuyo seno hay opinión mayoritaria en el sentido de hacer respetar la independencia de los poderes. Para los parlamentarios, el Presidente cruzó una raya que lo puede dejar en "off side" frente al sistema político. Milei lo sabe, pero prioriza todo aquello que le dé rédito social, algo que sabe explotar muy bien, potenciado por su propensión a operar, él mismo y un poderoso equipo sobre las redes sociales. En los hechos, las dietas legislativas en la Argentina son de las más bajas a escala mundial. En los EE UU, son siete veces superiores; en Brasil, otro tanto. El Presidente justificó así el pedido para frenar el aumento del 30% a diputados y senadores: "Dada la situación del país, le dije a Martín (Menem) que vuelvan atrás y que los políticos voten de cara a la gente a ver qué quieren hacer con las dietas y que queden expuestos frente a la sociedad". "Entiendo que puedan tener necesidades, pero hay 60% de argentinos pobres y más del 10% indigente. Que no me venga con que a ellos no le alcanza porque hay muchísima gente que la está pasando muchísimo peor, con muchísimo menos plata", expresó. Una jugada de alto riesgo, acorde a la personalidad y el perfil de un Presidente al que le gusta jugar "sobre el filo de la navaja". Hasta ahora, esa "orientación anti sistema" le ha servido para mantenerse con un elevado nivel de apoyo en la gente. A partir de ahora, el secreto estará en el manejo de los tiempos. Si logra que la inflación se derrumbe como un piano como pontificó, será Gardel. La carrera es contra el reloj y la inevitable reacción de la gente si no ve los resultados esperados, aunque por ahora el Presidente ha logrado trasladar el enojo hacia quienes no lo dejan avanzar, léase legisladores y gobernadores. Un tema no menor, a tener en cuenta. Martín Menem recogió el guante mientras que Victoria Villarruel prefirió guardar silencio, preservando la relación con los senadores y mostrando un perfil diferenciado. Una pelea con final abierto en el que están de por medio 46 millones de argentinos.
El cónclave del último viernes de todas las provincias con el Gobierno nacional en la Casa Rosada generó expectativas de un acuerdo que permita avanzar, afianzando el rumbo de la economía que muestra síntomas favorables que podrían consolidarse. Las distintas jurisdicciones podrían beneficiarse de recursos necesarios para nivelar sus cuentas públicas. Necesidades recíprocas hacen viable la posibilidad de que, esta vez, prime el diálogo y la búsqueda de soluciones realistas que contribuyan a bajar la inflación, generar empleo, mantener el déficit cero, reducir la deuda pública, alentar el crecimiento, mejorar las jubilaciones y los salarios, aumentar los saldos exportables y unificar el tipo de cambio en una sola paridad. La cotización del dólar por debajo de los 1.000 pesos y el achicamiento de la brecha a menos del 20%, junto a la mejora de la paridad de los títulos y las acciones, con la baja del riesgo país evidencian que los mercados otorgan una dosis de confianza necesaria para la implementación de las medidas pendientes. Las tensiones políticas subyacen como telón de fondo y se dan en todos los espacios con una reconfiguración notoria del escenario electoral de cara a 2025. Hablar hoy de 2027 carece de sentido. Correrá mucha agua bajo el puente y habrá que ver cómo se acomodarán las cosas en las elecciones de medio tiempo.
Hoy se cumplen tres meses de gobierno. La dinámica de estas semanas frenéticas hizo que pareciera que hubiera pasado mucho tiempo más desde que Javier Milei asumió la Presidencia. Pasó de todo, y en poco tiempo. Lo más notorio fue la alteración profunda del mapa político del país, que «fue puesto patas para arriba». Nada es como lo fue hasta el 19 de noviembre y hasta el 10 de diciembre. El estilo confrontativo, antisistema de Milei, acostumbrado a los golpes bajos al sistema político contribuyó a lo que hoy se ve. Una crisis, en todos los espacios, comenzando por el PRO, siguiendo por el justicialismo y terminando en la UCR. El desorden de las realidades internas hace imposible una política de fondo unificada de los distintos espacios, con una fragmentación inédita que se refleja en ambas cámaras del Congreso de la Nación, donde es difícil saber, a priori, el alineamiento al momento del voto. A ello se suma la falta de operadores políticos del oficialismo, sucesivamente desautorizados por un Presidente que concentra el poder de manera verticalizada y sin coordenadas claras, siquiera para su equipo más íntimo, si es que en realidad el propio Milei las tiene. Lo que está claro «es un estilo antisistema» que irrita y desconcierta. Apunta de lleno a los puntos más débiles que ofrece la política, en búsqueda de réditos en la confianza pública que, de hecho, los logra manteniendo una elevada cuota de confianza que contrasta con la severidad del ajuste que afecta, en mayor medida, a los sectores más vulnerables de la sociedad. El Presidente conserva hasta ahora, nadie sabe hasta cuándo, elevados niveles de apoyo de una sociedad que escucha lo que quiere escuchar, en una estigmatización de la política acorde con el sentimiento mayoritario de la población que la considera la razón de las desventuras. Milei claramente dispone de información privilegiada. Sabe dónde pegar y cómo hacerlo para llegar a lo más hondo del sentimiento ciudadano. Podría decirse que, muchas veces, hasta sobreactúa y, las más de las veces, «aparece como loco», con una adjetivación descalificatoria que hace que se lo asocie a un personaje fuera de sí cuando, en realidad, es parte del libreto que ejecuta. Libreto que le sirvió en los dos años de campaña para una instalación acelerada, perforando la natural indiferencia del cuerpo electoral del país. Lo que a muchos políticos les costó años y lo que otros murieron sin lograr, como lo fue el caso del cordobés José Manuel de la Sota, un dirigente con mayúsculas, brillante estratega y profesional en el oficio. Transitó más de tres décadas en los primeros planos, pero nunca logró instalarse, a escala país. Algo que logró, en poco tiempo, aunque no con la velocidad y fuerza de Milei, el ex gobernador de la provincia mediterránea, Juan Schiaretti. Con dos debates televisivos, con alto rating, mejoró notoriamente en términos de conocimiento e imagen pública, algo de lo cual se estaría beneficiando su sucesor, el gobernador Llaryora que, como estrategia, apunta a confrontar con el Gobierno nacional más allá de que haya «bajado un cambio» en las últimas semanas, consciente de que su oponente, el Presidente, es un rival no sólo con poder de fuego, sino además con la decisión de apuntar y disparar a la cabeza como lo hizo con algunos funcionarios vinculados al cordobesismo entre ellos, la más notoria, la del Director del Anses que, en su caída, sacó a la luz «un presunto negociado» que impacta de lleno sobre Alberto Fernández. El último reclamo del Presidente, dirigido a los senadores y diputados, en pleno proceso de consenso para sacar adelante las leyes que necesita, fue la más clara demostración del estilo Milei. Quebró todos los códigos elementales de la política con un mensaje claramente falaz que apuntó a un posicionamiento personal en desmedro del sistema mismo. Un arma de doble filo, de cuyo abuso, puede tener consecuencias propias de los anticuerpos del sistema mismo que busca su preservación. El desorden en los espacios, por lógica, se da, antes que nada, en su propio sector, incipiente expresión que busca tomar forma, aunque el personalismo a ultranza pareciera una fuerte limitante. La situación que se generó con el Senador de Formosa, postulado como Presidente provisional, fue la primera muestra del poco apego por las formas. Luego vino el manoseo que sufrió la diputada Carolina Píparo, a quien la bajaron de un plumazo de la dirección de Anses. En las últimas horas, la remoción de otro histórico como el diputado capitalino, Ramiro Marra que resignó la Presidencia del bloque de La Libertad Avanza en Caba. Antes había sido vetado como Director de la Afip.
LOS PRIMOS HERMANOS
En esa categoría está, más o menos, el ex presidente Mauricio Macri, a quien, a pesar de agradecerle Milei una y mil veces el apoyo, no deja de remarcar que fue «desinteresado». Algo que incomoda más a la tropa macrista que al propio Mauricio. Simplemente porque pensaron que, con el triunfo del libertario, el PRO pasaría a ser cogobierno con espacios de poder reconocidos. Es algo a lo que Milei se resiste «a capa y espada» para no dar una idea de «doble comando». Además, porque, en el fondo, se disputan la franquicia del cambio o de la llamada derecha que representan. Es obvio que, a partir del triunfo, esa representación a nivel Argentina se la ha llevado en exclusividad el Presidente en desmedro del terreno que supo ganar, en otros tiempos, Mauricio Macri. Desde Estados Unidos hasta Europa y, en el resto del mundo, Milei ha pasado a ser la cabeza de un movimiento que genera atención. En parte, además, por el estilo transgresor de un Presidente que ha ganado las primeras planas en los diarios de todos los países. En este roll ha desplazado, de forma notoria, a Macri que, hasta su llegada, tenía un alto nivel de conocimiento internacional, pero que fue superado por el primer mandatario. Lo cierto fue que los macristas no encontraron, hasta ahora, los réditos de un triunfo que lo vivieron como propio, en la noche del 19 de noviembre, pero que no se tradujo en cuotas de poder concretas ni siquiera en el derecho de poder introducir nombres «sin derecho a veto». En más de una oportunidad Macri ha deslizado nombres, muchos de ellos que eran considerados números puestos; sin embargo, Milei escuchó y no avanzó en el sentido pedido. Es más, algunos nombres prominentes del universo macrista que llegaron a integrarse fueron tanteados en forma directa y de sus designaciones se enteró Mauricio luego de producidas, encargándose el propio Gobierno de aclarar la manera cómo habían llegado. Macri actuó con profesionalidad, bancándose como un «señorito inglés». En los hechos, quedó pagado con que Sergio Massa no sea el elegido. Todo lo demás vino «de yapa», y «es cuestión de tiempo», pensó el ex Presidente de Boca Juniors que, desde entonces, avanzó «sin prisa ni pausa» para retomar el control del partido que fundó, desplazando -primero- a Horacio Rodríguez Larreta, y luego a Patricia Bullrich. La Ministra de Seguridad, hoy por hoy, es más libertaria que del PRO y a la cual Milei estimula, de manera indisimulable, acaso como alentando una cuña que no alcanzó a ser suficiente como para poner en riesgo el liderazgo de Macri.
LOS UNE MÁS EL ESPANTO QUE EL AMOR
En días más, Macri será consagrado en una lista de unidad como «nuevo timonel del partido». El ex Jefe de Gobierno porteño tenía, desde siempre, objetivos claros. El primero, que Massa no ganara. El segundo, que no fuera Horacio, su delfín, el que capitalizara. El «pelado» quiso tener «vuelo propio» antes de tiempo. El tercero, que el PRO conservara su principal bastión electoral, la Ciudad Autónoma, fuente indiscutida de su vigencia. El cuarto, que su primo y amigo Jorge sea quien fuera consagrado nuevo mandatario capitalino. Como en el golf, deporte del cual es afecto, uno de sus hobbies como también lo es el bridge, Macri administra los tiempos. Pretende acercar el bochín para darle el golpe de gracia en el momento oportuno. Estar en el área chica, a la espera de un cabezazo providencial, con la paciencia oriental que debe primar en todo quien apunte a ejercer el poder. Válido aquel refrán que dice: «Si al póker quieres ganar déjala pasar», máxima que resume algo que pocos aplican en el frenesí alocado de la desesperación por las monedas fáciles: «Sólo hay que refichar cuando se tiene juego, sabiendo esperar la mano sin quemar las naves», por aquello de que «quien juega por necesidad pierde por obligación».
¿Y JORGE?
El Jefe de Gobierno porteño es consecuente y es un hombre leal, pero está fuera de toda duda que tiene vuelo propio y una fuerte personalidad con decisiones que, no pocas veces, sorprenden porque no están en línea con lo que dice, hace o promueve el primo mayor. De llegada privilegiada al Papa Francisco, el primo Jorge supo, primero marcarle la cancha a la UCR capitalina, particularmente a Martin Lousteau. Lo hizo al no abrirle el segundo término de la fórmula; y luego, al negociar las cuotas de poder, donde el radicalismo, más allá de la figura de Lousteau logró tener una fuerte presencia política en espacios que le son históricamente reconocidos y en lo cual, como en otros ámbitos, tiempos y circunstancias estuvo la mano de Enrique «Coti» Nosiglia, un «viejo lobo de mar», sobreviviente de mil batallas. Con este acuerdo anudado, el primo Jorge se aseguró algo fundamental como es la gobernabilidad en la Ciudad Autónoma, para lo cual desechó, desde el principio, todo acuerdo con los libertarios capitalinos, escuadra en la cual nunca confió y de lo cual dio muestra el desplazamiento traumático, en las últimas horas, de su jefe de bancada, Ramiro Marra, «una de las cabezas que rodaron», como antes de Kikuchi, otro histórico armador de La Libertad Avanza en sus primeros pasos, cuyo rol asumió de manera determinante «Lule Menem», la mano derecha del Presidente de la Cámara de Diputados, quien trabaja «en tándem» y «codo a codo» con Karina Milei, la hermana cuyo poder no es necesario poner de manifiesto. Por estos días y más allá de las cuestiones propias de la gestión, en las cuales siempre aporta la invalorable experiencia de varias décadas vividas, junto a los hermanos Carlos y Eduardo, el primo Lule trabaja «a destajo» en el diseño de la que será el armado nacional para 2025 en todo el país, y presta atención a la distribución de las cuotas de poder en las provincias, con particular atención a una posible conjunción con el macrismo para la próxima pelea de la elección de medio tiempo. UNA SOCIEDAD FORZADA POR LAS CIRCUNSTANCIAS
Milei y Macri tienen en común, como objetivo central, no facilitar el retorno del kirchnerismo, más allá de que esta parcialidad, siempre vigente, ha dejado de tener la importancia que supo mantener en las últimas décadas dentro de un PJ carente de nuevas figuras con peso y proyección propias. Ambos tienen en claro que, en el corto y mediano plazo, deben transitar juntos, pero son conscientes de que llegará el tiempo en el que los caminos se bifurcarán para pasar a disputar la franquicia del llamado cambio, una marca taquillera en términos electorales. En esa convicción, después de afianzado su poder en el PRO, Mauricio Macri y Javier Milei se sentarán a trazar los términos de lo que será «la letra fina» de un acuerdo que los lleve a presentar una oferta electoral común en 2025, para darle músculo al espacio que comulga las mismas ideas, más allá de las naturales disputas propias del celo y desconfianza que recíprocamente se tienen. Macri ha sido claro con su tropa cuando remarcó que, aun sin compartir muchas de las cosas de este gobierno, reconoce la enorme importancia de haber avanzado «con audacia y decisión» en aspectos en los que, él en su momento como Presidente «se quedó con las ganas». Está en desacuerdo con aspectos puntuales, particularmente en la relación traumática con el sector que conduce el Presidente, pero reduce en una frase su visión que va más allá de la coyuntura: «Si Milei fracasa, su fracaso nos arrastra. Estamos obligados a correr al lado y a sostener, aun a disgusto, el rumbo del gobierno». Maxime cuando hay aliados potenciales que van desde Miguel Pichetto, Lilita Carrió, Emilio Monzó, Nicolas Massot, hasta los cordobeses, Margarita Stolbizer, y Florencio Randazzo que hacen su juego, dominados por otros intereses, muchas veces difíciles de discernir. El caso de Pichetto, un histórico del PJ que pasó por todos los campamentos, siempre como punta de lanza de proyectos que, en el tiempo se desconocieron. De ser un puntal de Carlos Menem pasó a militar con Eduardo Duhalde; luego, con Néstor y Cristina. Hasta que, de la noche a la mañana, saltó al macrismo de la mano de Mauricio para luego hacer acercarse a Horacio Rodríguez Larreta con gran molestia del jefe del PRO, pero que le valió coronar una banca en Diputados. No pasó mucho tiempo, luego del intento fallido del Jefe de Gobierno de pelear la Presidencia, para que Pichetto se declarara «bicho libre». Asumió, por primera vez en varias décadas de actividad legislativa, «una libertad» que nunca pudo tener y -ya entrado en años- actuar como fogonero del llamado «grupo de los normales», por una columnista estrella del multimedio de Héctor Magnetto. En este contexto, le cuesta hacer pie a un Presidente con poca cintura para la política, con pocas pulgas, al que no le cuesta refugiarse por horas en las redes, pateando la olla como el chancho a posibles acuerdos enhebrados con dificultad. Esa es la realidad de estas horas. Mientras se cocina a fuego lento un posible acuerdo entre gobernadores y el Gobierno nacional, el Presidente mira de lejos. Monitorea de cerca, pero no deja de expresar su escepticismo a que, esta vez la política, termine de entender las coordenadas de su plan. Es claro que, más allá de alguna flexibilidad, el propio margen de acción que se autoimpone es demasiado estrecho, lo cual hace que se camine con la respiración contenida, en un desfiladero al borde del precipicio. Los gobernadores han tomado nota. Son conscientes, al menos la absoluta mayoría de ellos, con contadas excepciones, de quienes alientan proyectos políticos diferenciados de que es ahora o nunca. Las exhaustas finanzas provinciales necesitan oxigenarse para mantenerse a flote y poder pelear en el siguiente turno electoral y mirar con posibilidades el turno siguiente en que deberán revalidar títulos en sus provincias o dar la batalla por la sucesión de Milei.
LA IMPREVISIBILIDAD DE UN PRESIDENTE QUE JUEGA A TODO O NADA Y QUE TIENE POCO PARA PERDER
«La política es para ganar más, ganar menos, pero siempre ganar y nunca arriesgar el terreno ganado». No es la máxima que sigue el Presidente libertario, al que no le cuesta jugar sobre el filo de la navaja. Redoblar la apuesta. Disparar misiles sin aviso previo y por bajo la línea de flotación, quebrando todos los códigos básicos que rigen en el campo de la política. Apuesta a todo o nada, porque en realidad no tiene nada de perder ni el temor de que se dé esa circunstancia siempre posible, cuando se arriesga en demasía. En ese marco ocurre la renovada pulseada que comenzó a darse el viernes último, con vistas al llamado Pacto de Mayo que podría suscribirse el 25 de Mayo en Córdoba, en la medida en que, previamente, se cierren los acuerdos que el Gobierno considera fundamentales. Los gobernadores no quieren sorpresas. No adhieren a posiciones extremas de unos pocos mandatarios provinciales y saben que tienen por delante convencer a un racimo de legisladores que, muchas veces, juegan sus propios partidos.
¿Y VICTORIA?
Así como Jorge Macri tiene presencia para marcar la cancha, la Vicepresidente volvió a demostrar, en la polémica por las dietas, que no actuó de la misma forma que el titular de los Diputados. Villarruel respeta la conducción política del Presidente, y ambos se esfuerzan por dar señales de convivencia para despejar «elucubraciones». Pero no es un secreto que, en el ámbito del Senado, la Vicepresidenta manda. Marca la cancha, asumiendo su propia impronta que le ha permitido tener crédito con los senadores que reconocen su independencia de criterio y la firmeza de quien los conduce. En el caso de las dietas, no ha dicho «esta boca es mía». Un silencio que aturde, pero que pone de manifiesto que no es su estilo, priorizando la buena relación con los 72 legisladores de las distintas bancadas. No por algo, al principio, en el inicio de su gestión, se anotó dos triunfos sorprendentes sobre la bancada mayoritaria del PJ. Y luego, al inicio de las sesiones ordinarias, logró, casi sobre el filo de la sesión, la unanimidad del cuerpo con un previsto giro de 180 grados del grupo de los 33 orientales liderados, con dificultad, con el formoseño José Mayans.
¿Y LA UCR?
Luego de la disputa entre Lousteau y Gustavo Valdés, en la que el correntino, aun perdiendo logró un posicionamiento envidiable a futuro, así como cuotas de poder concretas, como el control del 40 por ciento de los cargos del Comité Nacional, la pelea no terminó ahí. Fue el propio Gobernador de Corrientes quien disparó «munición gruesa» contra el exponente del Amba, a quien, ante los radicales de pura cepa le cuesta desprenderse de su paso por el kirchnerismo y de haber sido el autor de la tristemente célebre resolución 125, que puso en jaque a la ex Presidente allá por 2008. Lo hizo Valdés, obligado por las circunstancias, en la necesidad de marcarle la cancha a quien tiene la formalidad del cargo, a mérito de una alianza de superestructura con el ex gobernador jujeño, Gerardo Morales, pero no tiene consenso en el interior profundo del país, desde donde se aboga por federalizar la conducción. Pararse en la vereda de enfrente de Lousteau y hablarle de igual a igual es todo ganancia. Ahí es donde Valdés ha establecido «un hito» en su primera gran disputa en los primeros planos de la política partidaria nacional. Por estos tiempos, los cinco gobernadores de la UCR viven una realidad que no asimila el Presidente del Comité Nacional ni muchos de los legisladores del centenario partido que no saben lo que es lidiar con el «día a día de la gestión», en el marco de las penurias económicas propias del momento en que, un dato de la realidad, es la caída de la recaudación y, por ende, la masa coparticipable.
EN EL PJ, LAS AGUAS BAJAN TURBIAS
Objetivamente, a poco que logre organizarse, se legitime una nueva conducción por el voto de los afiliados, en una interna nacional y se vuelva al debate, previa autocrítica, con un funcionamiento orgánico que otorgue participación a todos los sectores, cuidando las formas, algo que no se dio en las últimas décadas, está claro que el justicialismo es la fuerza con mayores posibilidades de dar la pelea de fondo en 2027. El problema del PJ dista de centrarse en Alberto Fernández, a quien llevaron a un cargo al que nunca debió ir. Hoy, los que lo cuestionan, son los mismos que lo catapultaron sin un mínimo de análisis político. No será removido. Se le dará una licencia, más que nada porque no hay hoy en el partido alguien «con peso propio» para asumir una transición que debiera concluir en un proceso de legitimación inevitable, si se quiere poner al peronismo en un marco de competitividad electoral. En este desafío, un interrogante sobrevuela la realidad. ¿Quién es el adversario verdadero? Todos creían y entendían que lo era Mauricio Macri. El solo nombre del ex Presidente servía para abroquelar la tropa. De golpe, por influjo de los formoseños y con la expresa contrariedad de Cristina, pasó a ser Milei. Así es que, por estos días, el justicialismo «sin conducción ni estrategia», siquiera logra centrar sus objetivos. Ello impide desarrollar cursos de acción coherentes y compatibles con objetivos aun difusos, y menos manejar los tiempos y las formas. La falta de profesionalidad, en el manejo de un partido desmovilizado, hace que, de tanto en tanto, surjan comunicados como expresión, sabe Dios de qué sector, pero que no centran la estrategia en un punto claro. En esto Cristina, aun en minoría, es la que la tiene más clara. Pero la realidad es que no sólo en el partido conviven expresiones diferentes, sino que, además, gran parte del peronismo está «por fuera del sello partidario», simplemente porque no se han establecido reglas que apunten a la participación ni a la contención. Los bloques legislativos son reflejo de esta realidad. En el Senado, el grupo de los 33 orientales está dividido en cuatro expresiones, una de ellas es la escuadra cristinista que no logra encolumnar al resto. Importa recordar que, cuando se eligieron las autoridades, la ex Presidente fue clara en un tuit en el que pedía el voto al candidato libertario, coherente con las prácticas democráticas. No obstante, los formoseños lograron imponer una posición distinta, motivada por intereses electorales de la propia Formosa, y condujeron, por un lado, a dos sucesivas y sonoras derrotas que no sólo hizo perder al PJ la presidencia provisional, sino que, además, las dos comisiones más importantes, la presidencia de todas las comisiones de funcionamiento y la mayoría en las mismas. En los hechos, el PJ, después de cuatro décadas perdió la llave del funcionamiento del Senado y, lo que es peor, en términos políticos empujó a Milei a una alianza con el macrismo que, más allá de las dificultades que asomaron, es una realidad en las cámaras con un logro significativo para el Presidente, que es el haber logrado «quebrar los dos tercios en diputados», que lo deja al margen de un posible juicio político, una realidad que ningún Presidente puede obviar, tanto mas cuanto transita caminos no ortodoxos.