En el Gobierno central pusieron todas las fichas en la elección nacional. Consideran que las mismas suelen ser mejores para el peronismo que las provinciales.
En la estrategia, el oficialismo nacional sacrificó a una senadora del círculo íntimo de la ex Presidente, Ana Almirón, a quien relegó como segunda en la oferta de senadores nacionales, por debajo de Camau Espínola.
La propia Cristina convalidó la propuesta que le llevaron con la promesa de que podrían repetir la elección de 2015 y llevarse los dos senadores de la mayoría y dos de las tres diputaciones nacionales.
La Vicepresidente, llamada a resolver la compaginación de las listas en las ocho provincias en las que se renovaban bancas en el Senado, adhirió a la propuesta, aunque con la advertencia de que no se equivoquen.
Sabidos son los reparos que Cristina tenía con Camau como con el Gobernador Perotti, pero, a la hora de decidir, entre el poder y el rencor, la ex Presidente volvió a mostrar su pragmatismo, característica reveladora de su inteligencia.
Los resultados de ayer, en la magnitud de las diferencias logradas, pone en duda la ingeniería electoral armada para las Primarias.
Habrá que ver la capacidad de respuesta de la dirigencia y la militancia del peronismo local para sostener la oferta electoral del Frente de Todos en la elección nacional.
Claramente, el resultado de ayer no fue alentador, pero elecciones son elecciones y efectivamente son planos distintos.