Uno de tantos que recurren por enfermedad propia o de un familiar se expresó molesto con las condiciones en la que se encuentra un centro privado de salud en Goya, donde registró el descuido en el mantenimiento permanente del que debe ser objeto un lugar con esa función, malestar que muchos otros lo expresan privadamente y que por diversos motivos no lo hicieron de manera pública.
«Todos alguna vez pasamos por una situación en la que hemos necesitado recurrir a un centro médico, ya sea público o privado pero ¿nos pusimos a pensar a conciencia si están dadas las condiciones mínimas de atención? ¿Cubren, las necesidades básicas de atención ambulatoria, de internación, Terapia intensiva, entre otros?», se pregunta un ciudadano que debió asistir a una de las instituciones goyanas privadas.
«Pues basta con preguntar o lamentablemente tener que pasar por alguna de estas situaciones para darse cuenta que estamos por debajo del nivel mínimo. Infraestructura, comodidades, funciones edilicias, iluminación, ventilación natural para un centro de salud. Sin entrar en distinciones entre lo público y lo privado», comenta en una nota enviada a EL LIBERTADOR, en la que considera que «claramente las instituciones privadas, contrariamente a lo que uno espera, se encuentran muy por debajo de garantizar estas condiciones, hasta el punto que en determinadas situaciones atentan contra la dignidad de la persona enferma».
PREGUNTAS
OBLIGADAS
«Pero las preguntas que nos hacemos como ciudadanos, como sujetos que en pleno uso de nuestros derechos recurrimos a un servicio, son ¿qué tiene que pasar para que de una vez por todas haya un cambio estructural en los servicios que brindan nuestras instituciones? ¿Quién o quiénes son los responsables de este bajísimo nivel de prestación? ¿Quiénes regulan o permiten estas cuestiones? ¿Quiénes se ocupan de garantizar que los servicios sean dignos para todos? Para nuestros abuelos, sin dudas son los más afectados; para una familia, una embarazada, los niños, en fin: ¿Cuánto más hay que esperar? ¿Qué tiene que suceder?», se pregunta el familiar, que no sólo debió padecer la angustia que produce todo ser querido enfermo.
Sin embargo, advierte de inmediato que, «por último, es necesario aclarar y liberar de responsabilidades a la mayoría del personal que trabaja en estos centros, ya que pese a todo tratan de dar lo mejor de sí», sin dejar de admitir, «como hay otros que son cómplices o parte de esto».
Afirma que «los goyanos saben perfectamente a lo que me refiero; el problema está en que todos sabemos y nadie hace nada».
Pregunta finalmente por quienes deben controlar esta situación: «¿Dónde están? ¿Son cómplices? ¿Cuánto más hay que esperar? ¿Qué tiene que pasar para que cambien las cosas?»
Muchos otros también esperan las respuestas.
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