Monseñor José Adolfo Larregain destacó el valor simbólico del trabajo comunitario en esta celebración litúrgica, en la que se consagran el Santo Crisma y los óleos que serán utilizados durante el año.
La ceremonia fue ocasión para renovar las promesas sacerdotales y reflexionar sobre el compromiso con el servicio a la Iglesia.
Monseñor subrayó que la Misa Crismal constituye una “expresión e imagen de la sinodalidad en la comunión sacerdotal”, en referencia a la participación activa de todos los miembros de la Iglesia en la toma de decisiones.
Definió la sinodalidad como un estilo de vida eclesial que implica caminar juntos, favoreciendo la unidad y la corresponsabilidad.
La homilía remarcó que la sinodalidad no se limita al ámbito religioso, sino que tiene un impacto real y profundo en lo social, político y económico. En palabras del obispo, “una Iglesia sinodal impacta en todas las áreas”, generando círculos concéntricos de transformación que comienzan desde dentro y se proyectan hacia el exterior.
JESÚS EN LA SINAGOGA DE NAZARET: UN MANIFIESTO DE MISIÓN
Durante la liturgia, se proclamó un pasaje del evangelio de san Lucas en el que Jesús lee el rollo del profeta Isaías en la sinagoga de Nazaret. Según monseñor Adolfo, ese momento representa “la presentación de su plan pastoral para el trienio” y constituye una declaración de intenciones de su misión pública.
El obispo señaló que Jesús no solo recita las palabras del profeta, sino que “las hace suyas, las vive y las encarna”. Se trata de un acto de identificación plena con la misión mesiánica, dirigida a los pobres, los marginados y los que han perdido la esperanza.
La figura de Cristo se muestra así como portadora de la Buena Nueva: no una promesa lejana, sino una realidad concreta de liberación, sanación y restauración de la dignidad humana. Esta misión, según monseñor, sigue vigente y debe ser asumida por la Iglesia actual.
UNA IGLESIA EN SALIDA Y HOSPITALARIA
Monseñor José Adolfo invitó a vivir hoy la experiencia del evangelio como lo hizo Jesús. Para ello propuso una Iglesia “en salida”, que flexibiliza sus estructuras y se acerca a las personas. “Una Iglesia en salida que es enviada y se enfoca en la misión de evangelizar”, afirmó.
También enfatizó el rol de una Iglesia “hospitalaria”, que recibe al otro tal como es, cuida la vida y genera esperanza. La comunidad eclesial debe ser lugar de acogida, compasión y sanación, reflejo de la misericordia permanente de Dios.
En este sentido, la proclamación del “Año de gracia del Señor” no se restringe a un marco temporal, sino que expresa una actitud continua de misericordia, perdón y transformación. Según el prelado, esta actitud debe reflejarse en una vida marcada por la justicia, la paz y el testimonio.
EL ROL COMPLEMENTARIO DE LOS DOS SACERDOCIOS
La homilía también abordó la relación entre el sacerdocio ministerial y el sacerdocio común de los fieles. Ambos derivan del único sacerdocio de Cristo y, aunque distintos en función, “se ordenan el uno al otro” en la construcción del Reino de Dios.
Monseñor explicó que el ministerio sacerdotal se manifiesta en la guía espiritual, la enseñanza y la celebración de los sacramentos. Por su parte, el sacerdocio bautismal se expresa a través del testimonio, la oración y la caridad de los laicos en su vida cotidiana.
Esta complementariedad se fortalece en una Iglesia sinodal que promueve la participación activa de todos sus miembros. Para ello, se requiere un diálogo y discernimiento permanente que permitan la colaboración en las decisiones y en la misión evangelizadora.
ACTUALIZAR EL MENSAJE DE JESÚS EN NUESTRO PRESENTE
Cerrando su mensaje, monseñor citó el evangelio: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”, e instó a que ese “hoy teológico” se haga presente en la vida concreta de las personas. La invitación es a encarnar el mensaje de Cristo en las realidades del pueblo.
El obispo exhortó a todos los fieles, especialmente en Corrientes, a ser protagonistas de este tiempo. “Juglares de Dios”, los llamó, recordando la responsabilidad de anunciar el evangelio con la vida misma, aún en un contexto marcado por la oscuridad y los antivalores.
Finalmente, animó a vivir con compromiso la sinodalidad como camino de esperanza y renovación, destacando que el mensaje de Jesús no es solo una memoria del pasado, sino una fuerza transformadora del presente.