Florianópolis, Camboriú, Río de Janeiro, Buzios y Salvador, destinos preferidos de los argentinos en el verano brasileño, presentan una situación sanitaria preocupante con filas en los centros médicos, algo que obliga a los turistas a buscar test para Covid-19 en farmacias, a un costo que parte de los 120 reales, unos 22 dólares.
Santa Catarina -el estado fronterizo con Misiones cuya capital es la isla de Florianópolis y también tiene a Camboriú, Itapema y Praia do Rosa como favoritas de los argentinos- está según especialistas de la universidad federal local, en un momento de «descontrol de la pandemia» y es por eso que se suspendieron las vacaciones y las licencias de médicos y enfermeros de hospitales públicos.
A esto se le sumó la falta de datos completos sobre Covid-19 en la base de datos del Ministerio de Salud desde el 11 de diciembre por un ataque de hackers, que impide tener la real dimensión de lo que está ocurriendo en el país, que es el segundo en número de muertes por la pandemia y el tercero en contagios del mundo.
«Con filas en las unidades de salud, Santa Catarina vive un momento de descontrol de la pandemia, teniendo en cuenta que hubo una serie de aglomeraciones con las fiestas de fin de año marcada por la llegada de turistas tanto de Brasil como del exterior, con circulación de Ómicron y Influenza A H3N2», explicó la epidemióloga Alexandra Boing, del Departamento de Salud Pública de la Universidad de Santa Catarina (UFSC).
En paralelo, Balneario Camboriú -tal es su nombre oficial- este año expandió su franja de arena en la playa para recibir más turistas y evitar que los rascacielos de la llamada «Nueva Dubai Brasileña’ le den sombra a la orilla. El miércoles pasado, su sistema de atención primaria colapsó por los casos de personas con síntomas tanto de influenza como de Covid-19 y se agotaron los test en las farmacias.
Pero el panorama hace días que se preveía complicado. Por eso, las principales ciudades suspendieron las fiestas callejeras de fin de año a causa de la pandemia, lo que según especialistas alimentó la organización de eventos privados y reuniones sociales sin protocolos.
Río de Janeiro, la ciudad maravillosa que acaba de anunciar la suspensión del popular carnaval callejero, hizo una limitada fiesta de lanzamiento de fuegos en la playa de Copacabana -sin transporte público y barreras policiales para evitar el paso de automóviles-, pero igual vio disparar los casos de Covid-19 con Ómicron, una variante que ya representa más de la mitad de los casos registrados.
Ante este avance, las autoridades siguen imponiendo restricciones: los turistas deben presentar pasaporte de vacuna para ingresar a las atracciones clásicas de Río, como el Cristo Redentor, el morro Pan de Azúcar o el Museo do Futuro, en la zona portuaria.
En tanto, en la zona turística del entorno de Río tan elegida por los argentinos -Buzios, Arraial do Cabo, Paraty e Ilha Grande-, la llegada de miles de turistas provocó un contagio masivo que agotó los jarabes y antigripales en todas las farmacias.