Por Jorge Castro
Se ha desatado un nuevo Súper ciclo de los Commodities en la economía global, que sería el segundo de la historia del capitalismo en el siglo XXI (el primero ocurrió entre 2001 y 2008, cuando el precio de todas las materias primas aumento sistemáticamente sin excepción).
Este nuevo Súper ciclo de los Commodities había comenzado en los últimos 3 meses de 2020, cuando el Índice Blomberg trepó 10 por ciento en ese periodo, y ahora se apresta a desplegar todo su enorme potencial en 2021, cuyo impacto sería mayor que el experimentado entre 2001 y 2008.
Los países más favorecidos por este Súper ciclo de los Commodities reúnen 2 condiciones: son grandes productores de materias primas, sobre todo granarías / alimentos, y tienen un acceso preferencial al mercado chino, debido a su característica de activo estratégico para los intereses de largo plazo de la República Popular; es fácil identificarlos: uno se llama Brasil y el otro la Argentina.
Factores estructurales
Inciden dos factores estructurales en este aumento excepcional del precio de los commodities en el momento actual, de todos ellos sin excepción, desde los granos al cobre, incluyendo al petróleo y el gas.
Este fenómeno extraordinario es el resultado de la reaparición en gran escala de la demanda china en el mercado mundial. La causa fundamental de esta situación es que la economía de la República Popular, tras haberse recuperado plenamente de la pandemia del coronavirus y del hundimiento experimentado de -6,8 por ciento anual en el 1º trimestre de 2020, ahora, tras haber crecido +6.5 por ciento anual en el 4º trimestre del año pasado, es el único de los grandes sistemas productivos del mundo que ha tenido un saldo positivo de alza del producto de +2.3 por ciento anual en 2020.
Hay que agregar a este impulso esencial proveniente de China, la inyección extraordinaria de liquidez realizada en forma combinada por la Reserva Federal de EE UU y el Banco Central Europeo (BCE), que ascendió a más de 13 billones de dólares el año pasado (EEUU, 8 billones dólares +UE, 5 billones). Esa inmensa masa de capitales que se ofrecen con tasas de interés cero (0 por ciento), o directamente negativas, se ha volcado en plenitud a la economía real. De ahí, en forma inmediata, al aumento del precio de los commodities en el mercado mundial.
Demanda china de agroalimentos
La población china sería de 1.500 millones de habitantes en 2030 y la tierra agrícola disponible disminuye a una tasa asombrosa de 340 km² por año.
Esto significa que la superficie labrada sería de sólo de 0,08 hectáreas por persona en los próximos 10 años, lo que se encuentra 40 por ciento por debajo del promedio mundial.
Al mismo tiempo, la demanda china de agroalimentos crecería más de 50 por ciento en ese periodo, arrastrada por una clase media con ingresos per cápita comparables a los norteamericanos y que en ese período alcanzaría a más de 1.000 millones de personas. Esta población, que asciende actualmente a 440 millones de integrantes, dispone de una dieta cada vez más variada y sofisticada y apuesta a la trazabilidad y a la salubridad de los alimentos que consume, prefiriendo las marcas de reputación global.
Esta gigantesca población tendría un carácter urbano de más de 80 por ciento en 2050 (cuando era urbana sólo 20 por ciento en 1950: un giro de más de 100 por ciento en un siglo).
Seguridad alimentaria
El Informe de Desarrollo Rural de la Academia de Ciencias Sociales de la República Popular 2020 señala que la brecha entre la oferta y la demanda de agroalimentos trepará a 130 millones de toneladas en 2025, lo que significa que se mantiene la diferencia promedio entre oferta y demanda de los últimos 10 años, que ha sido de 100/150 millones de toneladas.
De ese total 80 millones/90 millones corresponden a la soja y 30/50 millones de toneladas a los otros granos, en especial el maíz.
El informe advierte que el mantenimiento de esta brecha no implica en modo alguno que esté afectada la seguridad alimentaria de China, porque el comercio internacional es una parte fundamental de la provisión de alimentos para su población de 1.440 millones de habitantes.
La seguridad alimentaria es el núcleo de la seguridad nacional de la República Popular y así ha sido a lo largo de sus 5.000 años de historia.
Esto implica que la integración de China en el sistema global es absolutamente irreversible, lo que se refleja en el hecho de que su economía, que es la segunda del mundo (14.9 billones de dólares en 2019/17 por ciento del PBI global) es la más integrada al capitalismo del siglo XXI, con una relación comercio internacional / PBI de 87 por ciento.
La producción de granos en China ascendió a 700 millones de toneladas por año en la última década, y es de lejos la primera del sistema internacional.
A esto hay que agregarle que unos 130/150 millones de toneladas anuales de granos son importadas en la última década; y lo decisivo es el grado de autosuficiencia alcanzado en los 3 granos principales: arroz, trigo y maíz.
En ellos, la producción doméstica es 97 por ciento del total, lo que significa que no hay dependencia alguna del exterior en estos 3 granos cruciales.
Pero hay una notable excepción, históricamente decisiva, que obliga a reformular los términos de la seguridad nacional de la Republica Popular, que son las compras crecientes de soja del exterior.
Importación de soja
La provisión doméstica de soja asciende a 16/18 millones de toneladas por año, en tanto que las importaciones alcanzan a 80/100 millones de toneladas anuales. Este es un punto decisivo de la nueva visión de la seguridad alimentaria china, que va más allá de la autosuficiencia.
Hay que hacer un agregado a este dato crucial de la seguridad nacional china. La soja que la República Popular importa anualmente proviene sólo de 3 países, que a su vez son responsables de más de 90 por ciento de la producción mundial: EEUU, Brasil y la Argentina. EEUU es el principal rival geopolítico de la República Popular en la puja por el poder en el siglo XXI.
La soja es el componente fundamental de la alimentación de la ganadería porcina china y esto ocurre en el momento en que hay un vuelco masivo de su población al consumo de proteínas cárnicas: la ingesta de carnes per cápita es de 57 kilos anuales.
Esto es lo que convierte a la República Popular en la mayor consumidora de carnes del mundo y en el eje de la demanda global de agroalimentos.
Aumento en las compras de maíz
El índice de precios de los alimentos de la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación) aumentó 10 por ciento anual en enero de este año, el mayor nivel desde julio de 2014, arrastrado por el incremento del precio de los granos, consecuencia, a su vez, de las extraordinarias compras de maíz realizadas por China en los últimos meses.
Las importaciones de maíz de la República Popular aumentaron en enero por octavo mes consecutivo, el mayor crecimiento en una década, lo que significa que de los 7 millones de toneladas adquiridas en el ciclo 2019/ 2020 se pasaría a 22 millones de toneladas en el periodo 2020/ 2021. Es la 1ª vez desde que se llevan registros que las compras de maíz en el exterior se triplican en 12 meses.
China importaría un promedio de 25 millones de toneladas de maíz por año en las próximas décadas; y esto ha ocurrido por motivos estructurales y no circunstanciales. La razón fundamental es el desajuste entre el crecimiento incesante de la demanda y las limitaciones de la producción doméstica.
Este fenómeno central de la producción agrícola china se manifiesta en una caída sistemática de la superficie sembrada con maíz, que ha declinado de 9 millones de hectáreas (aproximadamente 45 millones de acres) en 2015 a menos de 7 millones de hectáreas en 2020.
Según FAO (Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación), el precio del maíz aumento 11,2 por ciento anual en enero, un incremento de 42,3 por ciento respecto a diciembre de 2020.
China importa más de 100 millones de toneladas de soja por año y ahora comienza a comprar del exterior 25 millones de toneladas de maíz anuales, que sería el promedio de los próximos 10/20/30 años. Todo indica que el maíz se encuentra en un camino ascendente como ocurrió con la soja en los últimos 20 años.
El aumento del precio de los granos tiene un carácter estructural y su eje se encuentra en el extraordinario crecimiento de la demanda china.
Relación China/América del Sur
América del Sur reúne las siguientes características: es el principal productor mundial de soja, con 56 por ciento del total global, de los cuales 36 por ciento corresponden a Brasil; 15,7 por ciento a la Argentina; Paraguay, 3 por ciento; Bolivia, 0,8 por ciento; y Uruguay, 0,6 por ciento. Entre EE UU, Brasil, y la Argentina producen más de 90 por ciento de la soja del mundo.
En términos de comercio exterior, Brasil responde por 50 por ciento del total de las exportaciones globales, en tanto que la Argentina es líder absoluta en las ventas mundiales de harina de soja, con 45 por ciento del total. Lo mismo ocurre con las colocaciones de aceite de soja, que son argentinas en más de 50 por ciento del total global.
China, por su parte, absorbe más de 60 por ciento de las importaciones mundiales de soja y allí está situada inequívocamente el eje de la demanda global y esto hace que la relación República Popular/América del Sur sea la ecuación fundamental del comercio mundial del grano y convierte al Mercosur del cual Brasil responde por 74 por ciento del producto, en la región crucial para los intereses estratégicos de largo plazo de la República Popular, en lo que hace a la cuestión crucial de la seguridad alimentaria, que es un componente decisivo de su legitimidad política.
El resultado es que el país más relevante en el mundo en materia alimentaria para China sea Brasil (seguido de inmediato por la Argentina y el resto de los países de América del Sur).
Productividad del agro brasileño
Este año, la producción del complejo sojero brasileño llegaría a 121 millones de toneladas, 25 por ciento superior a la de EEUU (97 millones de toneladas).
La productividad del agro brasileño crece por encima del alza del producto agrícola. Este último ha aumentado 3 por ciento anual en los últimos 40 años, en tanto su productividad se ha expandido 4 por ciento/6 por ciento anual; así, entre 1980 y 2010 la productividad agrícola se ha elevado más de 150 por ciento.
El crecimiento excepcional de la producción agrícola brasileña es el resultado de la innovación y la productividad, no de la utilización de mayores recursos. La economía digital agrícola brasileña aumenta 9,2 por ciento anual en los últimos 10 años, por encima del resto del mundo, incluyendo EEUU y China, donde el promedio de alza es +5,6 por ciento por año.
Esto es lo que ha convertido a Brasil en el mayor exportador mundial de soja, carnes procesadas, naranjas, y azúcar; y en el quinto vendedor global de granos; y en la estimación de FAO/Ocde podría ser el primero en los próximos 10 años, porque es el país que tiene mayor posibilidad de expandir rápidamente la producción agroalimentaria.