El caso Loan tiene en vilo al país y ha conmocionado -particularmente- a 9 de Julio, así como a Corrientes toda, que clama por su aparición. Se descree aún que no esté vivo. Desde estas mismas páginas, días atrás hablamos de la «Santísima Trinidad», como esa tríada que conforman los medios, la opinión pública y la Justicia. Están por sobre la política e influyen de manera decisiva a partir de un hecho incontrastable que es «que las cosas muchas veces no son como son, sino como parece que son».
Las realidades en parte se construyen y, en esto, el accionar consociado de los medios con el de la gente, que le dan forma a decisiones que terminan por imponerse.
La prensa, como tal, es la que fija la agenda e instala los temas sobre los cuales gira la noticia. Se retroalimenta y multiplica acaparando la atención de la gente hasta terminar, o no, instalándose en la opinión pública.
Las redes, hoy importantes, vienen atrás, más allá de que su interacción permite una velocidad de multiplicación formidable. Aunque, en términos de credibilidad, las publicaciones en éstas son cada vez más tomadas con pinzas y obligan al periodismo responsable a la ímproba tarea de separar la paja del trigo, antes de darle crédito en los medios que más cuidan la veracidad de la información.
Esto ha sido patético en las últimas horas, tanto más en Corrientes, donde se está en vísperas de un año electoral, con un escenario inédito en el que «nadie tiene la vaca atada». Donde es mucho lo que se juega, incluso para el poder nacional, en una elección clave como test de su propia gestión.
El caso Loan, que hoy entra en el día 24, desde el 13 de junio que desapareció el menor, transita días aciagos.
El principal reclamo de la sociedad es que Loan aparezca. Una esperanza que no se pierde, a pesar de múltiples líneas investigativas que ponen en crisis esa posibilidad.
El segundo pedido puso la mira en el accionar de la Justicia, con una crítica al fuero ordinario provincial, en los primeros nueve días de la investigación, en los que no se dio «pie con bola», perdiéndose tiempo precioso, el más valioso en cualquier investigación. La segunda etapa, de las dos semanas que siguieron, ya en el fuero Federal, tampoco han mostrado -en los hechos- los resultados esperados. No precisamente por desconocer la complejidad de la investigación ni el tiempo lógico de demora de pericias, chequeos de dispositivos, resultados de análisis y demás. Algo que no cierra es el mal uso del recurso que se tiene de citar como testigos o como imputados a los que se estiman tienen algo que decir y explicar, así como y el recurso extremo de ordenar la detención de las personas. Una decisión extrema que debe ser administrada con profesionalidad, tanto por el respeto a algo tan importante como la libertad, como por la propia suerte y éxito de la investigación para llegar a la verdad real.
En esta ecuación podría decirse que «el orden de los factores sí altera el producto». Hete aquí, entonces, la racionalidad y el equilibrio de quienes están al frente de la investigación, tanto más cuanto se trata de un caso como el de Loan, que está en la mira del país. Se esperan resultados y se alberga la esperanza de un final feliz.
Con los adelantos que proporciona la tecnología y frente a lo que parece es una decisión del Gobierno nacional de no escatimar apoyos, no quedan dudas de que se llegará a la verdad, quizás más temprano que tarde. El desafío es que el desarrollo de la investigación, en su profesionalidad y prolijidad, posibilite que el niño sea rescatado «con vida», que es el anhelo de una sociedad que siente como propio un caso que ha calado hondo, y cuya instalación masiva se debe precisamente al hecho de que los medios no han cejado, con su presencia permanente, en transmitir las vicisitudes de un caso que todos los días pareciera tener un nuevo e inesperado capítulo, con marchas y contramarchas que asustan, así como desconciertan.
Y aquí va la crítica, que puede ser o no valedera. Este medio se limita a exponerla y someterla al debate público, tanto de profesionales del Derecho, como de medios colegas y de la gente que sigue las alternativas de un caso en el que, precisamente se da lo que refleja el título de la nota.
«Los tiempos de la Justicia no son los de los medios ni los de la gente». Y, en este estrecho andarivel, dominados por las presiones y la ansiedad de la sociedad, se mueven jueces y fiscales. No pocas veces deben enfrentar -como los propios acusados- reacciones airadas de la gente que, por momentos, parece perder la paciencia. Pasó, al menos, en una media docena de oportunidades en el desarrollo de esta investigación.
La sociedad, como se dijo antes, clama por la aparición de Loan. Clamaba para que Laudelina dejara de tener protección. Para que fuera citada a declarar. Para que quedara presa. Lo propio con los otros dos principales sospechosos o con el ex comisario.
Ahora, en algo se ha avanzado. Quizás no de la mejor forma, pero el ser llevado a los tribunales federales de Goya, tomarle declaración, ordenar su detención y trasladarla hacia el penal de Ezeiza contribuye a bajar la presión social. Más allá de que, lo que valen son los resultados y nadie es dueño de la verdad. Es difícil hablar de una causa que no se conoce, entre otras cosas por el secreto del sumario que se extiende, quizás -en este caso- y aunque parece excesivo, con razón. Porque sociabilizar la información compilada en un caso fuertemente mediático podría tornar incontrolable lo que se espera será la parte final de la investigación que, difícilmente llegue a agosto sin el caso resuelto.
Como se ha dicho y lo ha reafirmado el propio jefe de los fiscales provinciales, César Sotelo, que tuvo el mérito de salir a dar la cara y asumir errores de la investigación a cargo de sus subordinados, la primera parte de la investigación no fue lo que debía ser. Pero, a fuerza de ser sinceros, esta segunda parte que cumple dos semanas, tampoco es lo que todos esperaban. Más allá de las múltiples diligencias realizadas, rastrillajes, allanamientos, pericias de distinta naturaleza, control de los teléfonos y dispositivos, utilización de canes, drones, y diferentes medidas de prueba que llevan su tiempo, así como revelan el acompañamiento del poder político nacional, hay claros oscuros que aparecen patentes y pasan por la oportunidad, el momento y la forma de la citación de las personas involucradas.
Quizás aquí, y decimos quizás, porque este medio -en su labor periodística y en su análisis- no se considera dueño de la verdad -este lo que suele decirse «la madre del borrego»-. Días atrás, los fiscales federales pidieron -sin éxito- la detención de Laudelina. La Jueza no le hizo lugar. El pedido iba en línea con el reclamo de la gente que no recibió con agrado ni la negativa de la magistrada, ni el hecho de que los fiscales no hayan acudido a la instancia superior, en el caso la Cámara Federal de Apelaciones de Corrientes, que es el tribunal de revisión de las decisiones de los jueces de primera instancia. Hay que aclarar, por la importancia que tiene la correcta comprensión de la mejor praxis investigativa para llegar a la verdad, la diferencia que existe entre citar a alguien como testigo, y hacerlo para declaración indagatoria como imputado.
En el primer caso, está obligado a decir la verdad, so peligro de incurrir en el delito de falso testimonio, que agrava su situación procesal al sumar imputaciones. En el segundo caso, el imputado puede o no declarar, haciendo uso del derecho de abstenerse, o puede, incluso, mentir en la medida en que nadie está obligado a declarar en su perjuicio.
En función a lo expuesto, extraña (y acá va la crítica a la investigación federal de estas dos semanas) que no se la haya llamado a declarar, bien desde el principio, a Laudelina, como a los demás principales involucrados. La correcta estrategia es citarlos una primera vez; luego, para ampliar una y otra vez. Algo plenamente válido en lo que el desarrollo de este culebrón con capítulos sucesivos y contradictorios, de manera de ir dando cuerpo y sustancia a lo que, finalmente, vaya a ser la imputación definitiva. Es simplemente sacar provecho en beneficio de la causa, de las contradicciones de relatos dispares que se ventilan por los medios, pero que, para que tengan eficacia probatoria, deben incorporarse en tiempo y forma a la causa.
Con lo de Laudelina, nadie que conozca de procedimiento puede dejar de estar satisfecho con que finalmente haya sido «arrimada al tambo», haya declarado, esté presa y recluida a mil kilómetros. Quizás la espuma baje, o no. La conciencia social es impredecible. Lo cierto es que podrían haberse hecho las cosas mejor, dándole mayor potencia al plexo probatorio con el testimonio calificado de quien, sin duda, junto al matrimonio Caillava-Pérez parecieran ser los que más pueden aportar.
Es cierto que queda un tiempo por delante, quizás menos del que pueda creerse, con la esperanza de que Loan pueda aparecer con vida. En esto, el aporte, importante, por cierto, de uno de los abogados de la defensa que ha puesto en el acento, en primer término, en la necesidad de aumentar el monto de la recompensa (hoy, poco más de 3 mil dólares), algo que no condice con la importancia del caso. Y en segundo caso -y aquí lo más importante- en trabajar sobre una posible negociación con los que tienen la precisa de cómo llegar a Loan, acordando una baja de la condena y la forma de su cumplimiento a cambio de datos ciertos que conduzcan a la recuperación de un menor que es un símbolo de los tiempos y del desafío de una sociedad que apuesta a un tiempo mejor.
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