Por Luis Secco *
Todo cambio de ministro de Economía genera muchos interrogantes, más aún cuando para ensayar respuestas hay que tener presente que esta vez fue tras más de un día para cubrir el puesto vacante.
- Como es costumbre, ante la renuncia de Martín Guzmán al frente de Economía, la comunicación oficial se esforzó por sugerir que el Presidente estaba sorprendido, enojado, que no esperaba esto ahora, etc. Lo que debe ser leído como un reconocimiento de que se fue antes de que él se lo pida. Y más allá de que en su extensa misiva no lo hace explícito, no hay dudas que se fue molesto porque no consiguió que el Presidente le diera el manejo total de la economía (tomar decisiones en áreas claves como Bcra, Producción, Energía, etcétera). Esto plantea dos interrogantes: podrá la nueva ministra de Economía, Silvina Batakis, implementar políticas más consistentes que las actuales sin chocar con funcionarios que no le responden y que, además, persiguen objetivos diferentes? O partir de ahora no habrá más cortocircuitos porque los objetivos convergen hacia los de la Vicepresidente?
Ahora bien, los que no tendríamos que estar sorprendidos somos nosotros. Guzmán duró en el cargo mucho más que lo que justificaban sus logros. Estuvo 31 meses en el cargo, casi duplicando la duración promedio de los otros 94 ministros de Economía que tuvo la Argentina desde 1970 a la fecha (16 meses). De hecho, se encuentra entre los doce que más duraron desde ese entonces y empata con Roberto Lavagna el quinto lugar en cuanto a duración de ministros de Economía desde que volvió la democracia. - Una posibilidad es que el Presidente crea realmente que la economía está bien, que estamos en serio frente a una crisis de crecimiento. Y que Guzmán era artífice de ese logro. Pero eso sería poner en duda sus capacidades mentales, más allá de lo que se lo hace a diario en las redes sociales.
- Descartada esa posibilidad, es probable que Guzmán haya durado porque el Presidente no tenía un reemplazo. Al menos uno que pudiera interpretar sus deseos, compartir objetivos e instrumentos y que contara con el cada vez más necesario apoyo de la Vicepresidente. En otras palabras, el ex ministro de Economía duró porque siempre hizo lo que quería y le convenía al Presidente. Que las ideas y políticas que defendía y aplicaba el ministro eran las del Presidente. Y que este debilitado y esmerilado, no le quedó otra más que convalidar las presiones desde adentro de la coalición para que acorrale y eventualmente «entregue» a su alfil, aún a sabiendas de los riesgos, pero en el entendimiento de evitar un mal mayor.
- De ser así, lo inesperado es el momento, pero no el desenlace, y deja planteado un interrogante inquietante: qué políticas serán las que llevará adelante el nuevo equipo, serán básicamente las mismas políticas (la del Presidente), con algunos retoques menores, o debemos esperar que de ahora en más la agenda la dicte la vicepresidente? Porque, a decir verdad, en estas circunstancias luce casi imposible pensar en un cambio, aunque mínimo de las políticas. O acaso ¿Alguien realmente cree que se pueda armar un programa económico integral y consistente con este Presidente y la actual conformación de poder? Y atención que esta imposibilidad es independiente del nuevo equipo de gobierno, capacidades, cintura política y su consistencia técnica. Mientras el poder efectivo lo tenga la Vicepresidente, tal como parece confirmarlo la designación de Silvina Batakis, no existe en el horizonte cercano una posibilidad tal.
- En estas coyunturas críticas, la salida de un ministro clave es por sí sola una señal de debilidad política presidencial tal que se convierte en el gatillo de una fase de aceleración de crisis. No podemos perder de vista que la renuncia de Guzmán se da en una situación macro de dinámicas insustentables, una suerte de antesala de una corrida a punto de encontrar su gatillo. Y sin un programa económico serio y consistente y con un equipo cuanto menos improvisado, tales dinámicas difícilmente se reviertan. El desconcierto y las idas y vueltas posteriores a la renuncia de Guzmán y la demora para comunicar su reemplazo dejan traslucir la imposibilidad de convocar o de armar un equipo calificado y con amplio respaldo. Probablemente, el obstáculo haya sido el mismo que nos hace pensar que es improbable un giro de 180º de la política económica; esto es, la debilidad del Presidente, el «fuego amigo», las internas del poder y los deseos de la Vicepresidente.
- El nuevo equipo podrá tomar algunas decisiones para comprar tiempo y alargar el aguante (sincerar un poco más algunos precios relativos, devaluar, subir tasas, ajustar mínimamente el gasto o, incluso, proponer alguna alternativa viable para reducir la incertidumbre en los mercados de deuda pública) culpando a la herencia que le dejó la gestión anterior. Pero Argentina necesita un plan que cierre a mediano plazo y no más perdigonadas enfocadas en el cortísimo plazo. No es seguro que el nuevo equipo lo entienda, y mucho menos que lo entienda el resto del Gobierno y sobre todo la vicepresidente.
Recordemos que uno de los puntos centrales en donde Cristina Fernández de Kirchner hizo explícitas sus diferencias con Martín Guzmán fue el déficit fiscal. Más precisamente la vice se mostró escéptica respecto de que la inflación pueda tener un origen fiscal, dejando al entonces ministro del lado de los fiscalistas, cuando no hay nada más alejado de la realidad que la supuesta vocación del ex-ministro por la solvencia y el equilibrio de las cuentas públicas. Tengamos en mente, que el gasto público viene creciendo a tasas superiores del 70 por ciento desde mitad del 2021 y en los últimos meses lo hizo en el orden del 90 por ciento, por encima de la tasa de inflación; y que producto de semejante expansión del gasto público, el déficit fiscal de los primeros cinco meses del año lejos de contenerse más que se triplicó respecto de los niveles del año pasado. - Como bien sabemos, las políticas de precios e ingresos no sirven por sí solas para estabilizar, requieren necesariamente de políticas fiscales y monetarias consistentes. Éstas han estado ausentes y, aun así, han sido señaladas por la vicepresidente y buena parte de la coalición gobernante como las responsables de las dificultades económicas. Pero no hay magia. Y si prospera la idea de ir por el camino de los retoques y parches a lo que dejó Guzmán, la suerte de la nueva ministra (y eventualmente la del Presidente?) estará echada.
En síntesis, el recambio no luce suficiente para revertir el deterioro de las expectativas, ni viene a corregir las dinámicas desequilibradas. Las especulaciones, que por el momento parecen quedar en la nada, sobre la posibilidad de sumar a Sergio Massa a la Jefatura de Gabinete de Ministros para darle más peso o fuerza a la figura de Silvina Batakis (o de cualquier otro eventual Ministro de Economía); los nombres que quedaron en el camino (Martín Redrado, Marco Lavagna); la casi certeza que primó la elección de Cristina Fernández de Kirchner; que el anuncio se haya hecho a las corridas (tras 30 horas de la renuncia) y mediante un tuit de la vocera presidencial, son todas señales poco alentadoras. Además, la nueva ministra era crítica de la política económica del Gobierno, ¡pero no precisamente por su falta de ortodoxia sino por su supuesta ortodoxia! Cualquier similitud con la postura de la vicepresidente no es por cierto pura coincidencia.- Economista. Publicado en Infobae.
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