Por Facundo Sagardoy (Especial)
Para EL LIBERTADOR
El eximio tenor, Manuel Núñez Camelino ha vuelto a Corrientes para dictar una masterclass invitado por el Teatro Oficial Juan de Vera y presentar Opérame, relato musical con aroma operístico en siete cuadros. Todo esto, en el marco del programa El Vera fuera del Vera, que impulsa el Gobierno de Corrientes, a través del Instituto de Cultura de Corrientes, que preside Beatriz Kunin, junto a la directora general del «coliseo correntino» Lourdes Sánchez, y su director artístico, Francisco Benítez.
En diálogo con EL LIBERTADOR recordó que, en este paisaje estético cambiante, la búsqueda de la maestría se convierte menos en un logro de perfección y más en el mantenimiento de un equilibrio entre el control técnico y la profundidad emocional.
En esa línea, señaló que, tanto en los roles operísticos como en otras formas de expresión creativa, el artista debe navegar por la tensión entre destreza y vulnerabilidad, ejercitando su capacidad de adaptación, tanto en términos de habilidad como de identidad, impulsado por la rápida evolución de la tecnología.
Observó que la transmisión generacional de conocimiento cultural y práctica artística adquiere así una doble significación: no sólo preserva el núcleo de las disciplinas, sino que también exige un compromiso con nuevas herramientas y paradigmas para garantizar que estas sigan siendo vitales y resonantes.
El camino del artista, por tanto, recordó, no es una trayectoria lineal de éxito, sino una dialéctica continua entre el crecimiento personal y el cambio social, ante el deber que invoca el presente de innovar sobre los bordes de la tradición.
Así se desarrolló parte de la conversación:
Manuel Núñez Camelino, es un honor poder entablar este breve diálogo con una figura de talla internacional, nacido en Corrientes. En el teatro Vera, en el marco de El Vera fuera del Vera, para cantar, para dar clases. Con tu presencia, el canto lírico vuelve a la agenda de la cultura de Corrientes. ¿Cómo descubriste la pasión por la ópera?
-Sin lugar a dudas, primero, gracias por el espacio y por las preguntas, y segundo, y no menos importante, Ángela López Pereyra, que fue la maestra principal de canto del Instituto de Música, y maestra en muchos otros aspectos. Creo que fue ella la que me abrió, fue la primera que me habló de la ópera, la primera que me habló de las tesituras, de cuántas categorías vocales existen, y se me prendió el «bichito». Ella fue una persona que hizo muchas cosas por este género, particularmente aquí en Corrientes, haciendo música barroca, música de todas las características que existen. La música clásica, que yo prefiero llamarla académica porque forma parte de una estructura de formación, de transmisión de conocimientos, de transmisión de un oficio también. Ella fue alguien que, luego de su muerte, en 2011, si no me equivoco, dejó un gran vacío. Un vacío que representa algo que vemos hoy en la sociedad: esa falta de ir, de, ¿cómo se dice?, de repère, ¿cómo se dice eso en español? Sí, de puntos de anclaje, que son necesarios para poder superar las vicisitudes de la vida. Fue ella quien me escuchó cantar chamamé, del De Allá Ité, de Pocho Roch, y me dijo: «Mire, usted tiene una voz de tenor. Está en el Instituto de Música». Y no era que no sabía, sino que no sabía que podía ingresar al Instituto de Música y formarme. Ella fue eso. Me dijo: «Si uno se forma, si uno se prepara, puede afrontar lo que quiera». Y ahí es donde voy. Eso es lo que me gusta de tener visibilidad, de decir, más allá de mi persona, que hace algo, hay un oficio que se puede transmitir. Hay mucho talento acá en Corrientes, mucha potencialidad creativa, y creo que esta oportunidad que estamos preparando plasma ese camino, que hoy en día son unos veintipico de años.
En un mundo donde la tecnología y los géneros musicales contemporáneos dominan, ¿cómo ves el lugar de la ópera en la actualidad? ¿Creés que exista una fusión de géneros a través de esta forma teatral?
-Sí, completamente. Yo creo que ese es el punto en el que debemos experimentar: crear nuevos lenguajes musicales que cuentan historias. Eso es la ópera, una historia en música, aunque mucho más compleja. Pero, resumiendo, es eso. Hoy en día, hay nuevas maneras de hacer ópera. Más allá de las características del canto propiamente dichas, estas se pueden transmitir y amplificar. Incluso en teatros completamente acústicos, se pueden mezclar elementos audiovisuales como el mapping, proyecciones y sonido. En realidad, la ópera es el ancestro del cine. Desde esa perspectiva, podemos crear nuevos espectáculos y dar vida a óperas que ya tienen 500 años.
Has tenido la oportunidad de presentarte en muchísimos teatros, escenarios muy importantes. ¿Cuál, en términos de escenario, fue el más memorable y por qué?
-Bueno, bueno, la Ópera de París, sinceramente, la Ópera Garnier, donde estuve cantando casi 10 años en las temporadas. Desde que estuve en la escuela, que en realidad no es una escuela, es un programa de formación profesional para jóvenes profesionales. Eso me permitió en Francia pasar de un estatus de estudiante a un estatus de asalariado, ¿no? Era, de alguna manera, un empleado público, dependiente del Ministerio de Cultura. Gracias a eso, pude… sí, la Ópera de París, sin lugar a dudas. Obvio que hay otros escenarios míticos: la Ópera de Zúrich, en Chicago con la Chicago Symphony Orchestra, en China también. Aunque son importantes desde un punto de vista personal, creo que el escenario más impresionante en el que canté fue la Ópera de París, sin lugar a dudas.
Como artista, esto es algo que se preguntan todos, ¿no? ¿Cómo manejás la presión de las expectativas y las críticas en un entorno tan excepcional y competitivo?
-No las manejo. Detesto a los críticos que vienen sólo a dar su opinión pensando que es la verdad absoluta, cuando no deja de ser una opinión. Eso es algo que todavía sigo tratando en terapia. No se puede satisfacer a todo el mundo, eso está claro, pero sí, es algo difícil. Con el tiempo uno aprende a tomar distancia, a no leer las malas críticas; yo no las leo nunca. Entonces, las que me llegan son las buenas, y hay que tomarlas, aprovecharlas. Las malas críticas… bueno, no sé, los primeros críticos son la familia, los amigos. A todos nos pasa en nuestro entorno, más allá de ser artista o no. Pero sí, es algo que no manejo bien y prefiero evitar.
La ópera, como anticipaste, no sólo se trata de cantar. También implica actuar, llevar una obra al público, conectar. ¿Cómo manejás el equilibrio entre disciplinas?
-Bueno, esa es la magia que tiene el ser cantante de ópera. En realidad, uno trabaja su instrumento que es el cuerpo como un instrumento musical, pero a la vez tiene un texto, y ese texto debe tener una intención definida para transmitir algo claro. Uno puede decir «te amo, te amo» de muchas maneras, y esas cosas se exploran. Hay un tiempo de desarrollo, y hay que permitirse sobrepasar los límites, exponerse en el sentido de sacrificar, a veces, la belleza vocal en pos de la expresión. Por eso digo que la expresividad nunca puede ser técnica; no puede ser la técnica la que se convierta en expresividad. Es como en la cocina: si le pusiste demasiada sal, le agregás papa para que la absorba. Es un oficio. Aunque puedas aprenderlo en una institución, el único lugar donde realmente podés experimentar y darte cuenta de tus propios límites es el escenario. Es haciendo. Por eso, para mí es importante hacer cosas acá en Corrientes, para que ese espacio exista. Hay mucha gente con ganas de hacerlo, y la única manera de desarrollar el nivel es haciendo, haciendo y haciendo.
Además de verte con la estampa del «coliseo correntino», un teatro tan amado y reconocido en el país, con presencia internacional, vas a dar una masterclass que es abierta, una oferta muy buena y muy bien recibida. ¿Qué mensaje das a los jóvenes?
-Primero que nada que es una carrera o un camino que necesita tiempo. Tiempo de saber exactamente lo que uno quiere hacer primero, realmente lo que uno quiere hacer. Segundo, el desarrollar una técnica lleva años, realmente años. Todos los grandes cantantes lo dicen, porque la voz cambia, uno cambia, y hay que darse el tiempo, no es de la noche a la mañana. Hoy en día estamos muy acostumbrados a apretar un botón y recibir algo. Entonces hay que tener mucho cuidado. Es excelente que pueda ser casi mágico eso, inclusive no hace mucho atrás, hace 15 años, esto que estamos haciendo ahora, vos que me grabás con tu teléfono, era imposible, era casi ciencia ficción, y sin embargo, hoy en día se puede inclusive… Yo ya sé que mi papá estuvo enfermo a las 12 del mediodía, 5 minutos después. Eso hace 15 años, 15 años estoy hablando. Era casi imposible, casi. Entonces, saber adaptarse y tener en cuenta que la tecnología nos puede ayudar, pero también nos puede poner en una especie de ansiedad constante, y eso no es productivo, sobre todo para nadie, digo, pero sobre todo para las carreras artísticas. Esto que estamos haciendo junto con el teatro Vera es un proceso casi mágico, porque es poco tiempo, dos meses, para preparar algo así, para saber qué se puede técnicamente, qué no se puede técnicamente, y eso hay que tener en cuenta. Medir qué es el éxito para cada uno, porque también a veces estoy enfrentado o confrontado a eso, «ah, bueno, vivís en Europa, sos exitoso», exitoso, ¿qué es el éxito? Eso tendríamos que definir. Porque obviamente yo si evalúo muy fríamente, la verdad que estoy muy orgulloso de dónde vengo y hasta dónde llegué, pero hay gente que es mucho mejor que yo, y canta mucho mejor que yo, y hace las cosas mucho mejor que yo, pero eso no significa que yo no tenga mi lugar. Entonces, calmar, tener un sueño que no sea imposible, es importante, que uno sepa siempre que tiene que tener un plan B, que uno sepa que tiene, siempre tiene que resguardarse a dónde poder caer, porque se cae, se cae, y muy fácilmente. Hay mucha competencia, y en eso hay que tranquilizar, hay que relativizar.
Narrativa universal
Qué bueno haber podido hallar en la ópera el código entre la esencia y el entorno, y ser su transmisor, trascender su répertoire. La ópera es un género con siglos de historia. ¿Qué elementos creés que aún logran conectar con el público actual y cómo contribuís a mantenerlo vivo y relevante? Esto va en camino hacia quizá la actualidad y la posible transformación de la ópera.
-Exactamente. Justamente, la ópera no es más que una historia de personas, una representación de la problemática humana en la música. Es decir, es una historia de teatro que pone en representación problemáticas del ser humano. Y eso puede ser algo completamente universal, de los símbolos, como puede ser La flauta mágica, de Mozart, que hablaba de un período particular de la historia, pero que habla de cosas que son comunes al ser humano. Nacemos, nos enamoramos, sufrimos, lloramos, nos reímos, y después, bueno, siempre hay como una reverberación en el mundo. Desde que somos seres humanos, nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos. Eso es, resumiendo, lo que nos pasa. Hay problemáticas que siguen siendo las mismas. Cambian de forma, cambian de color, pero seguimos hablando de los problemas que encontramos en nuestro cotidiano. Y ahí, si queremos hablar, podemos seguir evolucionando esta forma de arte que es la ópera, que no es más que una obra universal.
¿Cuál fue el momento más desafiante de tu carrera? Y me refiero a un papel que haya marcado un antes y un después.
-Uno que me marcó realmente mucho fue Arnalta, de la ópera La coronación de Popea, de Monteverdi. Otro, uno de los hijos de una familia en Los siete pecados capitales.
Un arte en constante transformación, abierto a fusionarse con géneros y tecnologías contemporáneos
UN ESPEJO DE LA HUMANIDAD. La ópera sigue siendo una representación de la problemática humana, abordando emociones y conflictos universales, como el amor, la violencia y la lucha social, que siguen resonando en la actualidad.
LA IMPORTANCIA DE LA ADAPTACIÓN. Manuel Núñez Camelino reflexiona sobre la presión que conlleva el éxito en el mundo de la ópera, destacando la necesidad de adaptación y paciencia para desarrollar una carrera artística sólida.
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