Por Noelia Irene Barrios
Pensar que una vez el río Paraná atravesaba la provincia desde Ituzaingó hasta Esquina, o que los suelos correntinos fueron habitados por mamíferos gigantes similares a los que hoy sólo se encuentran en África, parece algo irreal. Sin embargo, gracias a los estudios de un grupo de investigadores locales cuyos trabajos tienen reconocimiento nacional e internacional, se sabe que esto sí ocurrió y que Corrientes, además de su riqueza cultural, histórica y natural, también tiene uno de los patrimonios paleontológicos más importantes de Sudamérica. Un tesoro que también, gracias a la intervención de estos especialistas, la comunidad pudo conocer y aprender a valorar.
Se trata del equipo de paleontólogos nucleados en el Centro de Ecología Aplicada del Litoral (Cecoal), instituto de doble dependencia entre el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y la Universidad Nacional del Nordeste (Unne). «Somos tres laboratorios: el de Evolución de Vertebrados y Ambiente Cenozoico, el de Preparación de Vertebrados Fósiles y el de Petrotomía. Todos trabajamos de manera coordinada», explica a EL LIBERTADOR, el investigador y profesor Alfredo Zurita, referente del grupo y del campo en la región.
También mencionó que los objetos de estudio de cada miembro del grupo son «bastante variados». «Desde los gliptodontes que eran animales que habitaban desde Estados Unidos hasta la Patagonia; roedores de la Puna que tienen 4 o 5 millones de años; hasta armadillos fósiles de la región central de Argentina; solo por dar unos ejemplos», añadió.
Sin embargo, aun cuando sus temas de investigación son muchos y diversos, también explica que lo que los reúne al grupo de alguna forma es un espacio geográfico específico de la provincia, que se encuentra en Bella Vista, a unos 150 kilómetros de la Capital: el arroyo Toropí. «Básicamente, el nacimiento del equipo estuvo centrado allí», afirma el investigador.
Potencial
Sobre la formación de Toropí, Cecilia Méndez, quien enfoca sus estudios en la fosilización y la formación de yacimientos fósiles, dio cuenta de por qué este lugar es tan importante desde la Paleontología. «Generalmente, para que se preserve un resto fósil en cualquier parte del mundo, tiene que haber una serie de condiciones específicas. Por ejemplo, un enterramiento rápido. En el caso de Toropí, está asociado a lo que fue el sistema fluvial del Paraná. Entonces, en las llanuras de inundación, estos animales morían, venían crecientes y los restos se iban tapando y esto iba favoreciendo a su preservación», detalló.
«El río Paraná, en sus orígenes, atravesaba en diagonal a la provincia, desde Ituzaingó hasta Esquina más o menos. Luego se fue corriendo hasta quedar en la posición actual. Es así que podemos encontrar restos fósiles en toda esa región Oeste de la provincia. Toropí es un lugar excepcional en donde más restos se encuentran, pero también los hay en Riachuelo, todo lo que es la costa y los afluentes del Paraná», agregó.
A su vez, Zurita hizo un repaso de la historia reciente de los estudios paleontológicos en ese lugar. «Los pioneros en Toropí fueron Rafael Herbst y Beatriz Álvarez en la década del 70. Y, después de un impasse entre los años 80 y 90, lo retomamos en los 2000. La pausa en esas dos décadas se debió a que prácticamente no había paleontólogos formados acá. Yo me recibí en 1997, comencé a trabajar con gente del Museo de la Plata y así retomamos los trabajos ahí».
Resultados
El investigador recuerda que cuando volvieron a Toropí, además del gran potencial paleontológico que observaron, también advirtieron algunos problemas. «Notamos que había muchos casos de extracciones ilegales de los fósiles. Teníamos gente que encontraba un hueso, trataba de extraerlo y al hacerlo, lo terminaba rompiendo. Así nos dimos cuenta de que, en realidad, la comunidad no tenía idea de lo que valioso que era su yacimiento».
Ese fue el puntapié para comenzar una importante labor que derivó en una verdadera transformación en la comunidad de Bella Vista. En poco tiempo lograron obtener una ordenanza municipal y una ley provincial de protección para Toropí. Junto a su grupo de investigadores y estudiantes de Paleontología, comenzaron a trabajar en las escuelas, enseñando a los chicos la importancia del yacimiento y haciendo que estos fueran agentes multiplicadores en sus casas.
Los resultados fueron tan importantes que hasta cesaron los robos de fósiles y notaron cómo la comunidad supo valorar este lugar. «Bella Vista ahí se enteró de que tenía un yacimiento, de que debía cuidarlo y que eso tenía una faceta económica que podía potenciar. Esto fue algo esencial para la creación del museo y la reserva paleontológica», recordó.
«Por ahí, lo que saco de moraleja de todo esto, ahora que la ciencia está tan cuestionada, es que esto es un claro ejemplo de cómo el accionar de un grupo de investigadores venimos trabajando y todo lo que hacemos, en algún momento se traduce en algo concreto que después se traduce en un amplio beneficio para la comunidad. En Bella Vista la comunidad se apasionó a la historia de Toropí y la Paleontología. Hay muchos guías y la gente que va al museo, es un impacto económico en a la región en cuanto al turismo. Le cambia la vida a la gente», completó Zurita.
Además de él y Méndez, el equipo está integrado por: Carlos Alberto Luna, Pedro Cuaranta; Daniel Barasoain, Juan Escamilla, Silvina Contreras, Francisco Cuadreli, Alicia Núñez, Sofía Quiñonez y Romina González. No sólo la transformación social de Bella Vista fue posible gracias su trabajo, sino que hoy también es posible saber que, hace 50.000 años, una mega fauna de mamíferos de más de 100 kilos habitó el suelo correntino. Y, todavía se puede aprender mucho más.
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