Por Noelia Irene Barrios
EL LIBERTADOR
Además de héroes y heroínas, la historia de Corrientes es rica en personajes un poco más controversiales. Uno de los tantos fue un respetado militar que vivió en la Capital y que cayó en desgracia por culpa de una adicción que marcó a fuego su destino. Los hechos que protagonizó ocurrieron hace casi 250 años, pero su recuerdo se mantiene en la memoria popular, especialmente en un sector específico de la ciudad. Su apellido era Ponccio, pero el mito lo inmortalizó como Poncho Verde.
Hay varias versiones sobre este personaje y también sobre la fecha en que habría cometido el crimen que dio origen a su leyenda. Algunos dicen que llegó a la provincia en 1811 y otros que fue más a mediados del siglo, pero la mayoría coincide en que era un misionero que arribó a Corrientes y se unió al ejército como soldado para evitar el avance de los nativos en las fronteras de la creciente ciudad. Los relatos también destacan que por su valentía, ayudó a muchas familias locales y que eso le sirvió para escalar rápido en el rango militar. Sin embargo, también concuerdan en que así como estaba lleno de virtuosismo, tenía una afición que no supo controlar. Pese a que era respetado y ya había formado una familia, Ponccio era un jugador compulsivo y pasaba mucho tiempo en lugares donde podía despuntar ese vicio. Así fue que el día que lo ascendieron a sargento, decidió ir a festejar en un billar que estaba ubicado en lo que hoy es el barrio La Rosada. Según los relatos, el dueño de este lugar era un italiano conocido como Don Angello y fue la víctima del crimen que lo signó.
Mirtha Milella de Quijano es autora de uno de los relatos más difundidos sobre Ponccio, según el cual, esa fatídica noche, él había perdido mucho dinero en el juego y enojado, clavó su facón sobre el paño de billar y arrancó un pedazo. Al verlo, Don Angello se lo recriminó y ahí ocurrió la tragedia.
«Ponccio no aceptó esto y con un certero puntazo en el pecho, dio muerte a don Angello, quien cayó al suelo en medio de un charco de sangre, ante el asombro y la sorpresa de todos los parroquianos. Metió la mano en su bolsillo y le tiró monedas de oro y plata, a manera de pago, no sin antes arrancar de un tirón el paño verde de la mesa de billar, que se lo colocó a manera de poncho, sobre los hombros. Luego escapó del lugar antes de que lleguen las autoridades», narró Milella de Quijano.
FINAL Y MITO
En ese entonces, el barrio La Rosada era atravesado por el arroyo Manantiales, que desembocaba en lo que luego iba a ser el parque Mitre. Ponccio se ocultó en ese lugar que estaba lleno de vegetación y permaneció allí varias semanas junto a su esposa y sus tres hijos, que lo siguieron en la desgracia.
Como estaba prófugo, no contaba con dinero y comenzó a hacerse de provisiones con asaltos a las personas que pasaban por allí y a casas de la zona. Al trozo de tela de la mesa de billar que robó la noche que mató a Don Angello, la transformó en un poncho y en poco tiempo, ese sector comenzó a ser conocido como el lugar por el que aparecía «el loco del poncho verde».
Los vecinos le tenían miedo por su agresividad y algunos incluso pensaban que era un fantasma. Pero a los oficiales que buscaban a Ponccio, enseguida les llamó la atención este personaje que era nombrado por su poncho verde. Sospecharon que se trataba del asesino y organizaron una redada para capturarlo. Según el relato de Milella de Quijano, Poncho Verde cayó por una emboscada. El encargado de capturarlo fue el Sargento Piris quien orquestó una trampa para el fugitivo. Simularon hacer una fiesta en una casa de la zona, sabiendo que el prófugo iba a aparecer y así lo hizo.
La narración cuenta que el oficial lo encaró y se desató una sangrienta pelea. Ambos murieron en el lugar que hoy sería la esquina entre 9 de Julio y España. Ese fue el fin del temido Poncho Verde.
Se dice que poco después, en ese lugar, apareció una cruz de color verde. La habría puesto la mujer de Ponccio. Los vecinos, primero evitaban acercarse, pero no faltó tiempo para que luego le prendieran velas.
Entre 1957 y 1958, el arroyo fue entubado y la obra arrasó con la cruz que recordaba al criminal. La avenida que se levantó allí fue llamada Gobernador Pujol, pero el mito fue más fuerte y Poncho Verde es el nombre popular.
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