Si no hay pan ni trabajo, se acabó la paz», subrayó con énfasis el arzobispo de Corrientes, Andrés Stanovnik, en la misa que presidió por los trabajadores en la mañana de ayer en el Santuario Arquidiocesano de San Cayetano, en la localidad de Riachuelo, oficio en el que participaron legisladores nacional y comunales, autoridades municipales, de la Policía de la Provincia, sindicalistas y demás fieles, todo con participación presencial reducida, y sólo locales, en el amplio predio por las medidas sanitarias por la pandemia del Covid-19.
Luego de saludar a los asistentes, también lo hizo para un grupo de unos cien jinetes de la zona que partieron desde la Rotonda de la Virgen en la ciudad de Corrientes, para retomar de alguna manera la habitual peregrinación del trayecto por la Ruta Nacional 12 hasta este lugar y que ya el año pasado se suspendió por la situación epidemiológica.
CONDICIÓN
GRAVITANTE
«En algún momento también se habló de San Cayetano como Patrono del pan, el trabajo y de la paz -subrayó-, porque donde hay trabajo y pan hay paz», sostuvo con énfasis para agregar con fuerza que «donde no hay pan y no hay trabajo, se acabó la paz».
Tras ese gravitante axioma, indicó que si bien se reunieron para, especialmente, agradecer al Santo por lo recibido, señaló que su inteción es destacar el ejemplo de su vida.
EL PORQUÉ
DE LOS SANTOS
«Cuando la Iglesia propone a algunas personas para que las conozcamos, nos dirijamos a ellas como intercesoras, en primer lugar las pone como ejemplos que amaron a Dios y a su prójimo; y esas son las notas distintivas de un santo y de una santa: el amor a Dios y un amor heróico a sus hermanos».
ESCENCIA DEL
BIEN COMÚN
Con ese recuerdo de la relación que todo bautizado debe tener con los santos, se refirió a las palabras de Jesús en el Evangelio que se leyó: «Donde está tu corazón, está tu tesoro», frase a la cual «la podemos utilizar tranquilamente como un test diario para nuestra vida» y allí «descubriremos con qué está comprometido nuestro corazón».
Explicó que «si nuestro tesoro está centrado en Dios, cuando es sincera nuestra vida vinculada a Él, inmediatamente aparecerá entre nuestros ojos la persona que tengo al lado como lo más importante», describió y precisó que «no importa quién ni como es, sino que es», remarcó, «y lo decimos con esta contundencia porque así lo hizo Dios con nosotros». En consecuencia, el bienestar y felicidad «dependerá de que nuestra vida corresponda con lo que Dios creó».
UNA MÁXIMA
Y PLAN DE VIDA
Fue entonces cuando volvió a expresarse enfáticamente con otra sentencia: «Si practicaramos esto, no faltaría trabajo para nadie, ni escasearía el pan en nuestras mesas».
«Hagamos como San Cayetano; pidamos la gracia de vivir muy unidos a Cristo, para que aprendamos a cuidarnos entre nosotros y proteger a los más débiles».
Para un soberbio, el semejante pasa a ser un objeto que está a su servicio
RIACHUELO. Monseñor, Andrés Stanvonik comentó que San Cayetano le decía en una carta a una amiga, «no olvides una cosa, todo lo que los santos hagan por ti, de poco serviría sin tu cooperación; antes que nada es asunto tuyo», por lo cual al afirmar que «está bien las peticiones que le hacemos al Santo», sin embargo «de nada sirven si no cooperamos para poner de parte nuestra todo lo necesario para que haya pan y trabajo». Y aseguró de inmediato: «Esa es la dinámica profunda del amor».
«La contundente afirmación de nuestro Santo, nos está diciendo que si no ponemos todo de nuestra parte, por más que nos desgastemos en peregrinaciones, rezos y promesas, de nada nos servirá si no nos esforzamos de colocar a Dios en el centro de nuestra vida y amarlo con todo el corazón y enseguida a nuestros semejantes, al servicio de ellos desinteresadamente».
OTRA MIRADA
En esa misma carta, advierte que «somos peregrinos y viajeros» en la tierra y que el destino «es el Cielo» y apunta que «el que se engríe, el soberbio, se desvía del camino y corre hacia la muerte».
Para esa persona, «la que no necesita de Dios, también sus semejantes pasan a ser objetos que están a su servicio», marcó el Arzobispo.
Al puntualizar expresiones del Santo en cuanto a que «debemos ganarnos la vida eterna» y admitir que «sin la fuerza de Dios es imposible lograrlo» por propios medios, insta a la amistad con Dios.
Desde esa amistad es posible ver todo con otra mirada, «que no sea la de la ultilidad, del poder y del placer» y que se manifieste en todos los vínculos, familiares, laborales, empresariales. En ese sentido sostuvo la necesidad de dar «un salto cualitativo que supere la mera negociación, la mera negociación -reiteró-, sino será muy difícil establecer vínculos solidarios para una sociedad más justa, fraterna y pacífica».
«La historia humana nos enseña que allí, donde unos acumulan y otros carecen de lo necesario para vivir, tarde o temprano estalla esa violencia que se fue gestando en el caldo de la injusticia», acentuó.
EL DRAMA DE LA HUMANIDAD
RIACHUELO. Durante la homilía de la misa por los trabajadores que presidió el arzobispo, Andrés Stanovnik, se refirió a la experiencia de estar alejados de Dios, «todos; yo también», y de sus consecuencias; «tenemos experiencias de vivir peligros en nuestras vidas, alejados de Dios», profundizó.
«Cuando el ser humano se aleja de Dios, su Creador y Padre, pierde el vínculo fundamental que da orientación y sentido a su vida» y alertó que «nadie puede llenar ese vacío que deja la ausencia de Dios; y fíjense, nadie puede seguir viviendo con ese vacío en su corazón. Entonces es cuando aparece el engaño de sustituir esa ausencia con personas o cosas a las cuales aferrarse, sabiendo en el fondo que jamás podrán responder a ese profundo anhelo de vida y felicidad para el que fuimos creados».