Señales por doquier de una relación que no va más. Dos actos por separado, en un día caro a los sentimientos argentinos. Cada uno en la suya. Aunque la Vicepresidenta no se olvidó de lanzarle un dardo envenenado al Presidente. Avisó que le envió un libro del sociólogo Torre, sobre la economía radical de los 80 que explotó con la hiperinflación. Mostró así el debilitamiento que propios y extraños observan en el Jefe de Estado.
03-POLITICA-2Alberto Fernández encabezó el acto por el 2 de Abril en el Museo Malvinas, ubicado en el predio de la ex Esma. Cristina Kirchner lo hizo en el Congreso. De esta manera, ofrecieron una muestra más a todo el país y la región sobre la ruptura explícita que hay entre ambos referentes del Ejecutivo nacional.
El Presidente centró su discurso hacia el Reino Unido y la soberanía. Mientras que la Vicepresidenta aprovechó para apuntar los cañones contra quien ella misma colocara en 2019 como cabeza de fórmula presidencial.
Pasó mucha agua bajo el puente y pareciera haber socavado los cimientos de un tándem que desde el principio fue considerado un engendro electoral. Así lo dejó entrever ayer la ex Presidenta que, en su oratoria por los 40 años de Malvinas, aprovechó para ironizar con Alberto y lanzar munición pesada contra la vocera, Gabriela Cerruti.
Cristina, sin ningún atisbo de ingenuidad, se refirió al libro del sociólogo Juan Carlos Torre, Diario de una temporada en el quinto piso, que habla sobre la política económica de la presidencia de Raúl Alfonsín.
«Hoy se lo mandé de regalo al Presidente, para que después la vocera no diga que no le regalo nada para el cumpleaños», bromeó la Vice en lo que fue un centro envenenado que rozó a Cerruti e impactó en Alberto.
Así, tuvo la oportunidad de relatar un episodio en el que relata lo hecho por el entonces presidente del Banco Central, José Luis Machinea, que viajaba a la sede del Banco Mundial para negociar una privatización de una empresa siderúrgica, pero chocó con la resistencia del representante de Estados Unidos, porque no quería competencia para las compañías de su país.
De esta manera, se metió en la actualidad local y las discrepancias latentes en el propio Gobierno. «El problema es de nosotros los argentinos. Estados Unidos lo que hace es defender sus intereses», remarcó para lanzar una estocada directa hacia Olivos: «Ojalá todos tuviéramos esa misma actitud». «El mundo y la geopolítica no se divide entre los buenos y los malos. Eso es para Netflix. Es para eso. Nosotros tenemos que situarnos en la realidad de nuestra patria y desde ahí mirar el mundo y tomar decisiones. No hay buenos y malos, hay intereses», agregó.
«Entonces, los argentinos, quienes aspiran a representarlos a ellos y a ellas, deben saber que es sobre ellos sobre los que hay que planificar», manifestó la ex primera mandataria, en el salón azul del Congreso, rodeada de legisladores oficialistas, en su mayoría de La Cámpora.
Haberle enviado un libro sobre las decisiones económicas de la presidencia alfonsinista y haberlo anunciado en un acto de llegada masiva colaboró para sacudir la ya tambaleante figura presidencial.
Es que para propios y extraños, no fue azarosa la selección de una publicación que ahonda sobre la administración de Alfonsín, que en lo económico fue desastrosa. Ello, porque obliga a recordar que el «Padre de la democracia» fue obligando a que Menem asumiera seis meses antes.
Si bien, en lo político el ex Presidente será recordado como en lo institucional o por el hecho de haber instalado una de las dos cortes con mayor prestigio en las últimas décadas (la otra la de Arturo Frondizi) aún son muchos los que asocian la figura de Alfonsín con la hiperinflación galopante que lo obligó a dejar el gobierno seis meses antes.
Esta especie no es considerada como una variable descabellada en el Instituto Patria. Es más, hasta le habrían hecho llegar comentarios al propio Presidente respecto a que no son pocos los que propondrían esta medida salomónica en caso de mantenerse el descalabro político, económico y social.
El espectro del kirchnerismo duro estaría dispuesto a apretar los dientes y refugiarse en Buenos Aires, poniendo todas sus energías y municiones en sostener el bastión más importante del país, dejando librada la suerte a escala país. Una estrategia histórica sobre que «a veces hay que retroceder dos pasos para avanzar uno», conscientes de que, en política, el avance constante hacia adelante no es ni el mejor, ni el único camino.
En la actualidad del Frente de Todos se repite el escenario de 2014-2015, cuando Cristina no tenía ningún acólito que midiera en las encuestas ni algún ladero de confianza plena. En aquél entonces, dilató el ungimiento de un candidato, largando a Scioli al ruedo demasiado tarde, cuando ya habían aceptado la idea barajar y dar de nuevo.
Hoy, la realidad muestra un horizonte similar. La Vicepresidenta ya no confía en Alberto, quien tampoco hizo nada como para merecerse dicho reconocimiento. Tampoco cuenta con una figura marketinera que le simplifique la lucha para el año que viene.
Mientras tanto, Kirchner se ocupa de esmerilar de manera implacable las intenciones de Fernández y los «albertistas», de ir por una reelección. A la vez, otea el contexto, observando que no hay muchas opciones puertas adentro, aliviada todavía por las rencillas latentes en Juntos por el Cambio, que distraen y evitan el abroquelamiento total de la oposición.
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