Fue en 1990. Luego de sucesivos y fallidos intentos, don Julio Romero perdía el control del peronismo. Su caída arrastró, primero, al Pacto Liberal Autonomista; y luego, al Partido Nuevo. También un 16 de diciembre, nueve años después, ambas Cámaras del Congreso de la Nación votaban a mano alzada la Intervención Federal a los tres poderes de Corrientes. La elección interna en la que Vamos Compañeros se impuso tuvo sus particularidades. Entre ellas, su prolongadísima duración, bajo el celoso control de un Consejo Nacional que entonces sí funcionaba. Los medios y la Justicia cumplieron un rol determinante.
02-POLITICA 03-POLITICA-4El comienzo del fin del ex gobernador, Julio Romero se dio cuando, en la interna de 1988, decidió presentar su candidatura presidencial. Su objetivo estaba en el resultado que pensaba tener en Corrientes, donde descontaba que su nombre eclipsaría a los de Carlos Menem y Antonio Cafiero. No fue así. Perdió sin atenuantes. Dos meses antes de la elección, Menem y Duhalde designaron a Rodolfo Martínez Llano apoderado general de la fórmula. El entonces Gobernador de La Rioja le preguntó si sería capaz de controlar una elección en la que el poder de don Julio trascendía fronteras. «No lo dudes, así será», le respondió, y así fue. Menem arrasó y sólo en una localidad, Tres de Abril, la lista de Romero volcó los padrones.
Tres meses después, esa tendencia declinante se acentuó. El 24 de septiembre, un congreso partidario convocado por el oficialismo no logró quórum. Los sucesivos fueron un caos. Desde la vereda del diario Época, con un handi en mano, Rodolfo Martínez Llano, máximo referente opositor, se las ingeniaba para enfrentar el desafío de poner límites al viejo caudillo y lo iba logrando. Faltaba la pelea de fondo, que sería la elección interna, un escenario en el que don Julio sobresalía por su astucia y control de los resortes partidarios, con la connivencia de la Justicia Federal.
EL PRIMER
ROUND
Martínez Llano, aunque nunca vivió en Misiones, tenía su domicilio electoral en esa provincia. Su campo, en verdad, aunque el último de Corrientes sobre el límite interprovincial, separado por el arroyo Itaembé, es casi un barrio de Posadas, a sólo cuatro kilómetros de la Ciudad.
En 1982, el ex gobernador, Miguel Ángel Alterach personalmente le llevó la ficha de afiliación y logró su acompañamiento para la elección interna que terminó perdiendo con el otro caudillo misionero, Julio Humada, aliado de Ramón Puerta.
Al ganar Humada, fue el propio Puerta quien le ofreció a Martínez Llano ser candidato a Diputado provincial, ofrecimiento que declinó para priorizar la asignatura pendiente de concluir los estudios de Abogacía.
Lo cierto fue que, aunque afiliado al peronismo, no estaba en los padrones de Corrientes y eso era lo que don Julio se empeñaba en evitar. Órdenes estrictas le aseguraban un control diario de las fichas ingresadas. Pero que no fue suficiente. Al salir los padrones, la ficha apareció en Laguna Seca. Un dirigente de esa barriada, de apellido Gallardo, fue el artífice de un gol de emboquillada que tomó desprevenido al romerismo.
La pelea se trasladó a la Justicia. Don Julio logró el consabido apoyo del juez, Vicente Espósito, aunque finalmente la Cámara Nacional Electoral -por unanimidad- respaldó la inclusión de Martínez Llano.
Quedó un cabo suelto. La antigüedad de dos años. Ello obligó a que el líder de Vamos Compañeros resignara la Presidencia del partido y, en una apuesta mayor, polarizara la atención en la disputa por la Gobernación, algo que rápidamente prendió en la gente, aún más allá del peronismo.
Don Julio contaba con el diario Época y en LT7, con el apoyo de Natalio Aides. Martínez Llano se hizo fuerte desde el programa Vamos Compañeros, que se emitía a las 16, y los últimos meses con un programa, los domingos, a las 21 por Canal 13. Esto último fue determinante para el día de la elección. Abriendo el paraguas de lo que sería la tapa de Época, la misma noche del domingo 16 los televidentes asistieron a una caravana multitudinaria que recorrió la Capital festejando el triunfo de Martínez Llano sobre Julio Romero.
EL SEGUNDO
ROUND
Vicente Joga, desde Formosa, se había cansado de invertir en Corrientes para destronar al romerismo. A Martínez Llano le dijo: «Te voy a apoyar (25.000 litros de nafta), pero perderán». «Don Julio maneja los padrones, la Junta Electoral y al Juez Federal», una advertencia de la que se tomó nota.
A la semana, el Juez se terminó siendo apartado de la interna. Martínez Llano le hizo una denuncia pública en el programa de Natalio Aides, acusándolo de haberse robado los planteros de la casa de 25 de Mayo 928, donde, por años, funcionó el Juzgado Federal. Espósito le promovió una querella por injurias que fue finalmente desestimada por unanimidad por la Corte Suprema de Justicia de la Nación. El corolario fue que Espósito debió apartarse y entró en funciones el defensor oficial, Jorge «el Pollo» Castillo Ódena, quien soportó estoicamente las incidencias, resolviendo sucesivamente sobre las apelaciones a decisión de la Junta Electoral. Baluarte en la operatividad con Castillo Ódena fue el ex ministro de Gobierno, Jorge Pérez Rueda, que oficiaba como apoderado de la lista.
Los padrones fueron todos certificados por el Juzgado. Se exhibieron al transparente en las comunas y fueron cargadas las urnas en la sede del partido bajo el control de tres veedores de la Justicia que supervisaron la carga y el cierre. La distribución quedó en manos de la Policía de la Provincia, acompañada por un referente político y un veedor judicial designado para cada uno de los pueblos, correspondiendo a los mismos el ir y volver con las urnas para su depósito en la sede partidaria, cuya custodia quedó a cargo de seis efectivos de Gendarmería Nacional.
La Junta Electoral, controlada íntegramente por el oficialismo, funcionaba con la presencia de un veedor, que certificaba las decisiones y el trámite de los recursos, para que los mismos llegaran en tiempo y forma al Juzgado. Otra particularidad fue que, además de la Junta Electoral provincial, existía una junta en cada uno de los 57 municipios.
EL TERCER ROUND,
LA PUJA OPOSITORA
POR LA UNIDAD
Las garantías que no se lograron desde el principio fueron siendo dadas de a una por la Justicia Federal. Todo, en un marco de tensión inocultable, por las vicisitudes tribunalicias como por el fuerte impacto mediático que producían los cada vez más fuertes cruces en una interna que comenzó a tomar cuerpo en la escena política provincial, acaso preanunciando lo que sería el principio del fin del esquema que venía gobernando Corrientes con los Romero en los distintos espacios políticos.
Con el inicio del 89, en paralelo a la disputa judicial y mediática, la oposición a don Julio intentaba cerrar una lista única que garantizara el triunfo. Ya por entonces, Martínez Llano, impedido de ser presidente y habiendo instalado como eje ordenador una candidatura a la Gobernación que nunca buscó, delegó en el referente mayor del peronismo goyano, «Chingolo» Díaz Colodrero, la presidencia del partido y se reservó para la instancia final de las últimas semanas, la nominación del Vicepresidente 1°, cargo que le otorgó al entonces diputado Ángel Pardo, quien garantizaba poco más de 900 votos en Paso de los Libres.
En el ínterin se sucedieron mil y una reuniones, promovidas por la tercera lista. Sus capitostes mayores, Carlos Farizano y Enrique Vassel. Ambos venían de perder contra Julio Romero en 1983 y 1986. Se allanaban a apoyar a Vamos Compañeros bajo la condición de que se entregara la cabeza de Diaz Colodrero, promoviendo a la Presidencia, como prenda de unidad, al legendario caudillo cruceño Ramón Pereyra. Destacados dirigentes formaban parte de este espacio como el médico ituzaingueño, «Cacho» Piñón; el medico esquínense, Hugo Hansen; el doctor sanroqueño, Walter Insaurralde, y el escribano casereño, «Ganso» Pérez, así como el «Mono» Acuña, de Curuzú Cuatiá.
La persistente negativa de Martínez Llano de bajar a Díaz Colodrero fue coherente con el cumplimiento de la palabra empeñada y los acuerdos preexistentes, todo un sello en la carrera política del ex Diputado nacional. Ello determinó que, finalmente, vayan tres listas a la competencia en una carrera a suerte o verdad. El resultado favoreció a Vamos Compañeros por más de mil votos. La tercera lista quedó cuatro mil abajo del primero, y tres mil del segundo.
La recta final, desde Itatí
El 16 de julio, desde Itatí, la lista finalmente ganadora hizo su presentación. Todas las condiciones estaban dadas. Se validó la fórmula Martínez Llano-Rubén Pruyas y «Chingolo» Díaz Colodrero como Presidente.
Restaban cinco meses para las internas. Ya, para entonces, todas las garantías estaban dadas. Algo que, paradójicamente, no se ha logrado de parte de los actuales interventores partidarios que han anunciado, desde los medios, con absoluta irresponsabilidad, una fecha de elecciones internas, pero no han constituido aún la Junta Electoral que, por tanto, no puede aprobar ni su reglamento, ni ordenar su funcionamiento, ni homologar un cronograma electoral con fechas cumplibles, en un proceso que asoma más que complicado, porque todo se hace en la oscuridad, con el cuchillo bajo el poncho, con un interventor que circula «como ternero guacho» por la geografía provincial. Hasta la fecha, no hay legajo de la interna, formado en el expediente del Juzgado Federal, y parece clara la idea que subyace de que la estrategia de la Intervención no es otra que la de perpetuarse para definir «a dedo» los candidatos y las alianzas. Ello en función a que está claro que no podrían convalidar en un trámite exprés y bajo la formalidad de una interna, la lista de candidatos que es «un secreto a voces», tienen. Y aún está más claro que todo lo que no se hizo en su tiempo no se podrá hacer de acá en más para ordenar un proceso electoral que nació muerto y hoy está más verde que el verde de los campos.
La definición llego dos días después
La elección del 16 de diciembre marcó una tendencia claramente ganadora para Vamos Compañeros. La caravana de esa noche instaló, a escala provincial y nacional, un triunfo que era inmodificable. De todas formas, ese día,
por las complejas vicisitudes del proceso, sólo votaron 22 departamentos. Restaba la elección en tres, el caso de San Martín, Mercedes e Ituzaingó, que recién lo hicieron dos días después, un martes, toda una rareza. La particularidad se dio en Ituzaingó. El referente mayor de esa localidad, «Cacho» Piñón, un farizanista de la primera hora, ordenó que la misma noche del domingo y el lunes, sus punteros salieran a rescatar las boletas y repartir las de Vamos Compañeros para dar vuelta el resultado en ese departamento.
Carlos Farizano perdió hasta en su propio departamento por los votos de Virasoro, aunque ganó en el Municipio de Santo Tomé.
Por 452 a 448 ganó Vamos Compañeros. Aun así, en la definición de las candidaturas municipales se le reconoció a Carlitos Farizano la postulación que lo llevó a la Intendencia a los 26 años.
La relación con don Julio
Los años 90 representaron una década de cambios no sólo en el peronismo, sino en la política provincial. Comenzaron con una pelea, «a cielo abierto», entre don Julio y Martínez Llano en la que se dijeron de todo. Siguió con la pelea recurrente entre Ángel Pardo y el propio Martínez Llano, que se desconocieron tantas veces como después acordaron sobre el filo de los plazos y culminó con la disputa de Tato Romero Feris con Martínez Llano que se selló con la Intervención Federal a los tres poderes del Estado, paradójicamente también un 16 de diciembre, pero de 1999, en que, a horas de haber jurado como diputado nacional, fue el propio Martínez Llano quien fundamentó el pedido del remedio federal, votado a mano alzada esa misma noche por ambas cámaras del Congreso de la Nación. El Senado aguardó la media sanción, pasada la medianoche, para sesionar el 17, de madrugada.
Lo anecdótico pasó por el hecho que, aun muy enfrentados, don Julio y Martínez Llano se respetaron mutuamente al punto que, muchos años después, el ex Gobernador pidió para comprarle el panteón familiar, que es el tercero a la derecha en la calle principal del cementerio San Juan Bautista.
Ahí descansan los restos de don Julio y doña Emma, en cuyo entierro fue Martínez Llano, quien habló en nombre del peronismo nacional y provincial, con palabras de sentido reconocimiento.
Sacó un «conejo de la galera»
La Justicia se había encargado de asegurar el desarrollo de una interna con todas las garantías. Nada parecía haber quedado librado al azar. Si algo faltaba era la decisión de hacer lugar al pedido de la designación de 57 veedores del Juzgado, pagos por Vamos Compañeros que fueron y vinieron con las urnas hasta la propia sede del PJ custodiada por seis efectivos de Gendarmería Nacional.
Los resultados de las internas estaban claros. La sociedad había procesado la derrota del viejo caudillo peronista. La línea ganadora había quedado sobradamente legitimada por un triunfo que a muchos sorprendió.
Sólo restaba contar los votos en la formalidad del escrutinio definitivo. Y ahí llegó la sorpresa. Casi sobre el final, se detectó que había urnas violadas. Las fajas rotas. En su interior, boletas incorporadas de la lista perdedora a las que en el apuro se habían olvidado de doblar. Constituidas las autoridades judiciales y de las fuerzas federales se advirtió que una banderola de una de las dependencias donde estaban las urnas había sido la vía de entrada de alguien de menor porte.
Con esta experiencia, traumática por cierto, de una sede que -aunque custodiada por Gendarmería- no ofrecía seguridades para el escrutinio, para las dos internas posteriores, no menos complicadas, se apeló a la contratación del Correo para la distribución y recolección de las urnas, y para el informe en tiempo real de los resultados la noche del comicio, así como para habilitar las dependencias del propio correo para el escrutinio definitivo en función a que en la interna siguiente a la de 1990, el recuento de votos se realizó en el propio Juzgado Federal que requirió que, en lo sucesivo, se apelara al Correo dados los problemas operativos que generó la responsabilidad de la custodia de urnas y la operatividad propia del Juzgado.
EL CONSEJO NACIONAL SACA
DEL MEDIO A LA JUNTA ELECTORAL
Ante esta situación, el Consejo Nacional, convocado de urgencia, dispuso la intervención de la Junta Electoral designando a Jorge Rachid para bajar a Corrientes y ordenar la conclusión del proceso.
Se sucedieron las reuniones, se multiplicaron los planteos. La estrategia de don Julio era clara. Evitar la legalización de su derrota. Apostaba a una nueva Intervención a la que, como otras veces, pudiera controlar. Tenía en claro que su problema estaba en Corrientes y que la tortilla se había dado vuelta. Jugaba a favor de los Romero el margen de maniobra y operatividad de Emma Tacta, histórica apoderada del PJ Nacional.
Para la dirigencia del país, el caso Corrientes no era uno más. Don Julio se había ganado un lugar y no era fácil en la relación de fuerzas tomar una decisión que fuera a fondo, con quien fue el último Gobernador peronista de la Provincia.
Finalmente, las cosas se aceleraron. Una reunión del Consejo Nacional presidida por Antonio Cafiero, con la participación de consejeros de todo el país, asistió «a una trifulca» en plena sesión, entre los dirigentes correntinos presentes. De manera sorpresiva, al cruzarse, don Julio atacó a golpes e insultos a Martínez Llano, quien luego del episodio, calmadas las aguas, solicitó la palabra y pidió la Intervención del partido.
PULSEADA DE PODER
Decidida la intervención, se abrió otra instancia. Quedó pendiente la designación de quien la conduciría. Ahí pesaba, de manera determinante, la opinión del Presidente electo Carlos Menem y el Consejo en pleno decidió trasladar en consulta el tema pasando a cuarto intermedio.
En el marco de la estrategia de Vamos Compañeros, en ese momento se priorizó la necesidad de terminar el ciclo romerista, aun a riesgo de problemas futuros que ya no serían con el viejo caudillo. Se optó por interesar a Vicente Joga para que asuma la Intervención, ofrecimiento al que el Gobernador formoseño prestó pleno consentimiento.
Con Joga en el ring, la relación de fuerzas comenzaba a cambiar. Era uno de los hombres fuertes del cafierismo, y su palabra pesaba. Sólo había un detalle por medio. Carlos Menem no comulgaba con él. Como en otras oportunidades el ex Presidente atendió razones y terminó por allanar la designación de Joga con lo cual se abrió otro capítulo.
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