Él se identifica como Marcelo y contó lo que vivió tras aceptar la invitación de unos amigos en Curuzú Cuatiá. Lo hizo a través del canal del youtuber Nervustrack, quien transmitió su historia. «Te puedo asegurar que hay puertas que mejor no abrir», advirtió.
Las leyendas urbanas son relatos contemporáneos en los que varios elementos de la realidad se mezclan con lo esotérico y lo desconocido. Hay algunas que son específicas de determinados lugares y otras que están difundidas en todo el mundo. El Juego de la Copa, por ejemplo, es uno de estos últimos. Se cuentan muchas cosas y casi todas son malas experiencias de quienes dicen que se atrevieron a jugarlo. Es por eso que un correntino decidió difundir su aterradora vivencia a través de un reconocido canal de YouTube como una advertencia.
«Te quiero contar algo que me pasó hace ya un tiempo. No sólo por el hecho de compartirlo, sino también para advertir a todo aquel que esté pensando en hacer algo similar. Te puedo asegurar que hay puertas que es mejor no abrirlas. Antes de vivir esto, no creía en lo paranormal. Pero, lamentablemente, me di cuenta y de la peor manera que existen fuerzas, entidades, demonios, fantasmas o como cada cual quiera llamarlos. Que están ahí esperando a que solo demos un paso hacia adelante, cruzando ese límite que nos separa dejándolos entrar», comienza la historia de Marcelo en Nervustrack, un canal argentino de la plataforma especializado en ponerle voz e imágenes a las experiencias paranormales de todo tipo. Según se cuenta en el video, lo vivido por Marcelo ocurrió en 2003, en la ciudad de Curuzú Cuatiá y comenzó como una cosa entre amigos. «Sucedieron varias cosas esa noche, pero sólo voy resaltar y contar lo que fue más impresionante para mí. Y lo que me dejó la certeza de que es algo totalmente real», dijo.
Entre varios detalles que se pueden escuchar completos en el video de Nervustrack, el correntino cuenta que esa noche estuvieron nueve amigos y que si bien él no quiso participar al principio, la cosa cambió cuando notó que el vaso (porque no habían conseguido una copa) se comenzó a mover. «Entonces me levanté y me dispuse a jugar. Tenía que comprobar si era real o no. Uno de ellos preguntó si yo podía unirme al juego y la copa respondió: ‘Sí’. Luego y sin que nadie pregunte, la copa dijo: No tengan miedo», recordó.
IMPACIENCIA
Marcelo dijo que cuando se unió a su amigo lo sorprendieron dos cosas. La primera, que los movimientos del vaso parecían muy difíciles para que los hiciera uno de ellos. Y la segunda es que respondía preguntas íntimas de cada uno. «Lo más impresionante fue lo que me convenció: la copa respondía todo sin equivocarse en ningún momento. La entidad que habíamos invocado, sabía mucho más de lo que nosotros nos imaginamos».
Según recordó, lo estremecedor pasó minutos después. «Me genera algo muy feo con solo recordarlo. Primero, el juego dice que algo malo estaba por pasar. Le preguntamos ‘qué’ y a ‘quién’. Comenzó a deletrear el nombre de una de las chicas presentes que estaba jugando y quien al ver esto, se largó a llorar y, siempre con el dedo posado sobre el vaso, pedía por favor, dejar de jugar», contó.
Marcelo comentó que preguntaron si la joven podía dejar de jugar y la respuesta fue «no». «Después el vaso menciona algo que nos estremeció: ‘Mensaje de mamá’. A mi amiga se le había muerto justamente su madre, haría poco más de un mes y medio. Y sin dejarnos preguntar, la copa se mueve sola y escribe: ‘Mamá te quiere’. Ella estaba muy mal, entre asustada y emocionada porque honestamente no teníamos idea de si esto era verdad y si esta entidad era buena o no».
ESTREMECEDOR
Después de eso, mencionó que jugaron un rato más y se fueron todos a sus casas. Él dijo que al otro día cuando le contó a su hermano y su cuñada lo que había pasado, no le creyeron. «Pero nosotros estábamos contentos de lo que habíamos vivido y pactamos en volvernos a juntar a la noche y volver a jugar». Lo que pasó esa noche lo convenció de no volver a hacerlo.
Dijo que ni bien comenzaron interrogaron a la entidad sobre su nombre ya que la noche anterior no se los quiso decir. También mencionó que se acuerda del nombre, pero no quiere volver a decirlo. Lo que les llamó la atención, contó, fue que cuando le preguntaron si quería que hicieran una misa o prendan una verla para que pudiera trascender, la respuesta fue un «no».
Esa velada la pasaron sin mayores sorpresas hasta que el vaso se cayó. «La creencia era que si se caía el vaso, eso podía quedar encerrado en la casa».
«El dueño de la casa se alarma y agarra el vaso y lo pone de vuelta y se empieza a preguntar si estaba a ahí, lo empieza a llamar por el nombre. Cuando esta entidad responde, menciona mi nombre: Marcelo», agregó y también sumó: «El juego así como así, comenzó a hablar y dijo algo similar a esto: Marcelo, mi hermano, está aquí y también quiere jugar», recordó.
«Entendimos que esta entidad había dado permiso a otra, sin que nosotros sepamos. Le preguntamos dónde estaba su hermano y nos dijo: ‘Estamos todos en la misma habitación’. El miedo que nos agarró fue tremendo y no sabíamos qué hacer. Seguimos un rato más y cerramos la sesión».
LA PEOR PARTE
«Estaba nublado así que apuré el pasó por si se largaba a llover y, más o menos a una cuadra, en una parada de colectivo, me encuentro con algo que jamás en vida había visto y por suerte no me volví a encontrar: venía caminando por la calle y siento un ruido como si alguien hubiese chistado. Miré en esa dirección y veo a una sombra totalmente oscura, con silueta similar a la humana, pero al mismo tiempo, no lo era. Me di cuenta que era algo malo, así que bajé la mirada y comencé a correr hasta casa, no quise ni mirar para atrás», enfatizó.
También mencionó que a la noche siguiente, tuvo una extraña experiencia que lo dejó sin palabras y que no se lo contó ni a sus amigos. «Estaba en la casa, seguía despierto, en la oscuridad del cuarto y recuerdo que estaba mirando al techo y sin tener noción de la distancia, pero a un metro arriba mío se empezó a formar un vapor que yo veía en la oscuridad. Yo cerraba los ojos y esa masa seguía estando ahí hasta que esa masa cae al lado de mi cabeza y el almohadón se mueve. Yo actué de puro reflejo y me acuerdo que le pego con el puño al almohadón y no había nada. Me tapé toda la cabeza y me puse a rezar y rezar, mientras juraba que no iba a jugar más, que por favor no me pase nada».
Después de eso no volvió a tener una experincia similar hasta varios años después, cuando vivía con su hermana en la Capital correntina. Ella le recomendó que pusiera sobre su cabecera un Rosario bendecido y gracias a eso no tuvo otro sobresalto.
«Mi única recomendación es no meterse con esto. No es nada bueno, no es un juego. Sentí que tenía que compartir esto. Si puede servir, bienvenido sea», completó con la esperanza de disuadir a otras personas y que no les pasé lo mismo.
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