Por estos días, el país está enfrascado en el debate por las medidas dispuestas por el Gobierno. No hay el receso habitual, común de todos los años. Con un país envuelto en una crisis profunda, las variables económicas lucen sorprendentemente controladas, conforme a su termómetro más sensible que es el dólar. Luego de varias elecciones que precedieron y contra todos los pronósticos, el último diciembre pasó de largo. Incidió en ello, de manera determinante, la imagen de fortaleza y autoridad que emanó de las nuevas autoridades, dispuestas desde el principio a marcar la cancha. Las señales son promisorias para el tiempo que se viene, con una baja progresiva y sostenida de la inflación. En lo político, la mira está puesta en 2027, con un peronismo en el que se espera una autocrítica y una reorganización que lo vuelva a tornar competitivo, con una nueva música como sugirió el Gobernador bonaerense meses atrás. El radicalismo y el PRO enfrentan no menores desafíos, mientras a Milei, que lo puede fortalecer una buena elección de medio tiempo, le será más difícil la elección presidencial. En los hechos, si se reorganiza, logra recomponer un liderazgo -hoy ausente- y acierta en un candidato competitivo para un ballotage, el justicialismo sigue siendo el favorito. En la Provincia, paradójicamente, el triunfo de libertario otorga también al justicialismo mayores posibilidades por el escenario electoral que se vislumbra. El radicalismo apunta a una «pata peronista», en tanto que el justicialismo cree posible sumar a un sector del radicalismo en medio de una realidad interna ucerreísta que parece complicada.
04-05-06-07-CONFUCIO-1Por CONFUCIO
«La única verdad es la realidad». Lo decía el general Juan Domingo Perón, entre otras muchas de sus definiciones, que perduran a través de los años. Hoy, está claro que el país enfrenta una coyuntura dramática. Al término de la gestión presidencial de Alberto Fernández, con Sergio Massa como Ministro de Economía, la herencia quedó expuesta en números incontrastables. Una inflación récord a escala mundial, acumulada durante sus cuatro años de gestión, una deuda externa e interna muy elevada, reservas negativas de alrededor de 10 mil millones de dólares en el Banco Central, los índices de pobreza en sus niveles más altos y una negociación con el FMI caída, con riesgo de default y vencimientos varias veces millonarios en el corto plazo, a lo cual se le suma -entre otras cosas- los efectos judiciales de la expropiación de YPF, con un reclamo de 16.000 millones de dólares que una jueza de New York acaba de habilitar la posibilidad de embargos sobre bienes del país.
En este presente se está, con un Gobierno que viene de cumplir el primer mes de gestión, y trata de llevar adelante las propuestas electorales que tuvieron el respaldo mayoritario de los argentinos.
No le es fácil avanzar por su debilidad, en términos de estructura política propia. Son 38 de los 257 diputados, 7 de los 72 senadores, ningún gobernador. Constituye su punto de partida. Una debilidad que, algunos, ven como su propia fortaleza, porque le permite desarrollar una línea discursiva que sigue «pegando en la gente», con cierta habilidad, que hay que reconocerle, para saber llegar a un cuerpo electoral que ha visto el fracaso de todos y que descree de la política, el «caballito de batalla» de Milei que le ha dado resultados.
El Presidente hace hincapié en la herencia recibida, en la necesidad de redimensionar el Estado, de terminar con la casta y eliminar los privilegios a los cuales atribuye la resistencia de distintos sectores de la vida nacional que se sienten perjudicados por el DNU y el mega proyecto, en análisis legislativo.
Los propios objetores, o sea los legisladores no sólo de la izquierda y el kirchnerismo, sino algunos recurrentes personajes de la vida política nacional de las últimas décadas, como Miguel Pichetto, Gerardo Morales, «Lilita» Carrió, por sólo citar algunos, le dan pie a Milei para la descalificación de la llamada «casta política». Y en esta tensa situación, en la que el Gobierno no logra que se reconozca la necesidad y urgencia para medidas excepcionales, aun sabiendo la situación límite del país, irrumpe la cúpula de la CGT, con la amenaza de un paro nacional que le da oportunidad al Presidente para poner de manifiesto los privilegios que le fueron quitados al sindicalismo, a quien pone en la vereda de los malos como que, en verdad, la sociedad así los ve en cuanto, desde hace años, registran una muy mala imagen en todas las encuestas.
El Gobierno, a través de Milei, de su ministro político Francos, del vocero presidencial Adorni, y de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, viene desarrollando una inteligente política comunicacional que le permite que, a pesar del efecto que tienen los índices de inflación conocidos, el grueso de los argentinos atribuya esta situación a la administración saliente, particularmente Sergio Massa. También, que mantenga al Presidente en altos y hasta sorprendes niveles de ponderación, acaso como exculpándolo y viéndolo como víctima de aquellos, políticos o sindicalistas, que ponen palos en la rueda a la implementación de las medidas dispuestas, la mayoría de las cuales está ya en plena vigencia.
Ejemplo de esto último fue el vuelco dado en el mercado inmobiliario, donde se ha revertido totalmente la inédita situación que generó la última ley ahora derogada. La oferta de alquileres viene creciendo progresivamente según dan cuenta en el mercado.
EL FENÓMENO MILEI
El Presidente acaba de cerrar una semana promisoria para su gestión. Logró reflotar el acuerdo caído con el Fondo Monetario, lo cual tuvo un impacto casi inmediato en términos de confianza en los mercados, con la baja del dólar blue, del riesgo país, la suba de los títulos externos y la progresiva normalización en la balanza comercial.
Reflejo de esto fue, por un lado, la fuerte señal dada por el Gobierno de los Estados Unidos, de decisiva importancia como accionista mayoritario del Fondo; y la no menos importante invitación del Vaticano al Presidente, a una audiencia que se llevará a cabo el próximo 11 de febrero, reunión que abre un nuevo escenario en la relación con la Santa Sede.
Importa señalar que, en los últimos meses ni Alberto, ni Cristina Kirchner lograron una nueva entrevista con el Sumo Pontífice, a pesar de reiterados intentos y que, lo propio, ocurrió con el entonces candidato presidencial Sergio Massa, que nunca pudo lograr el perdón del Papa Francisco luego de operaciones realizadas por el tigrense cuando el entonces cardenal Bergoglio era el Arzobispo de Buenos Aires. De todas formas, el ex presidente Fernández, en las últimas horas dio la nota al obtener un lugar en la agenda del Papa, que lo recibiría este lunes 15.
Este panorama del contexto general nos hace venir a lo que es la implementación del programa puesto en marcha por la actual gestión, cuyo desafío cardinal es la baja de la inflación y la reducción de la pobreza, con crecimiento del empleo registrado y el redimensionamiento del Estado, desmontando la estructura elefantiásica montada por la anterior gestión.
El tratamiento de los planes sociales se basa en la depuración del padrón, con el cruzamiento de datos, la necesidad de liberar a los beneficiarios del padrinazgo de quienes ejercen una intermediación indebida, dando poder a movimientos sociales que se sostienen artificialmente y son usados en beneficio propio, muchas veces contra el propio Gobierno.
LA IMPRONTA PRESIDENCIAL
Es notoria la improvisación en la nueva gestión. Las marchas y contramarchas. Las decisiones que se anuncian y no se concretan, con vueltas atrás. La falta de un «estado mayor» y de un equipo que haga política. Esto es lo que hay y la muestra patente de que enfrente «no hay nada». Impera el mismo o mayor desconcierto.
Milei tiene tiempo para avanzar, equivocarse y volver a replantear. Mantiene la iniciativa política en todos los frentes. Toma decisiones de fondo y avanza, por la vía del hecho consumado, agregando temas y más temas para el debate frente a una oposición difusa a la que le cuesta saber dónde están parados. Esto hace que, a veces, se encuentren «codo a codo» y «espalda contra espalda» quienes, hasta ayer, se sacaban chispas y se decían barbaridades,
Milei parece, por momentos, sin estrategia ¿Pero si esta forma particular de actuar, de generar acciones, de expresarse en público, a veces rozando lo vulgar, fuera una estrategia en sí misma?
De algo no hay que sacar la mirada. Milei trabaja sobre la grieta y los complejos que les genera en esa división entre kirchnerismo y cambio, hoy corporizado en Milei, que algunos -léase radicales, «lilitos», del PRO o del llamado peronismo republicano- se encuentren de golpe y sean vistos como funcionales a la línea dura de los K.
Vale aquello de que, «cuando se juegan los destinos de Esparta hay que estar de un lado o de otro. No hay espacio para la ambigüedad o la mentira».
Y, a esto contribuye, para suerte de Milei, la falta de conducción y estrategia de un justicialismo a la deriva en el que, por torpeza, se termina siendo funcional al oficialismo.
Ocurrió dos veces en el ámbito del Senado de la Nación. Dos veces, no una. Lo que marca el desconcierto de una bancada hoy partida en cuatro partes, aunque se mantenga hasta ahora unida con 33 senadores virtualmente sin conducción.
Se tensó tanto la cuerda, en la pretensión de ir por todo, incluso contrariando la propia opinión de Cristina, que no era partidaria a pelear la Presidencia provisional. A la postre, se logró el efecto contrario. Se abroquelaron «en contra» los 39 senadores restantes que le sacaron la llave del Senado. No sólo la Presidencia, sino que tomaron el control de las dos comisiones de la gestión diaria y afianzaron el dominio en el resto de las comisiones.
Luego, en un segundo acto, remataron la jugada con una nueva derrota del peronismo. Se quedaron con 5 de los 8 miembros de la comisión del DNU, así como con la presidencia y mayoría en todas las comisiones. Lo que se dice, una derrota en toda la línea.
Desde ya anticipamos que en la Cámara de Diputados ocurrirá lo mismo. Más allá de dimes y diretes, así como berrinches a la hora de votar, estarán 135 diputados por el voto positivo a las iniciativas de Milei. Los otros, nuevamente perdedores, con gobernaciones en terapia intensiva, comenzando por Buenos Aires y La Rioja
¿Y MASSA?
Massa aún no dio cuenta de por qué perdió un lote de senadores que supuestamente jugaban para él, el caso de los dos misioneros que se quedaron con la boleta de Unión por la Patria, desplazando al PJ y al kirchnerismo en Misiones; del propio Camau, o del Senador por Entre Ríos, y algún otro que -de mantenerse en el bloque- les hubiera dado no sólo el quórum, sino también la mayoría.
Massa -de hecho- no quedó bien con el Fondo Monetario. Es mala palabra. Hizo caer el acuerdo que él mismo firmó y, de regreso a la Argentina, con el visto bueno de Alberto, terminó desde acá haciéndole «pito catalán» a las máximas autoridades. Puso los recursos del país al servicio de su propia campaña, en lo que dio a llamarse el «plan platita», que llevó el déficit al 3 por ciento de PBI e hizo que los gobernadores, algo si se quiere insólito, hagan votar a sus diputados una ley que los terminó desfinanciando y poniéndolos ahora de rodillas ante Milei, en procura de recuperar fondos sin los cuales no llegan ni a pagar los sueldos. Es una obviedad que hay cosas que no se hacen y menos en ese nivel. En política, en economía como en todos los órdenes, se puede hacer cualquier cosa menos dejar de pagar las consecuencias. Hoy, los argentinos estamos precisamente pagando las consecuencias de esas desprolijidades. Hay que acordarse que el acuerdo con el FMI pudo haberse firmado en términos mucho más convenientes, en el marco de la pandemia, y que cuando se rubricó -con Martin Guzmán- no tuvo el acompañamiento de varios diputados del PJ, entre ellos el Presidente del bloque, que terminó renunciando.
Al ex Ministro de Economía se lo hostigó bajo fuego amigo. Terminó yéndose con un dólar de 239 pesos y al fin de la gestión de quien lo sucedió había aumentado un 300 por ciento. Todas cosas que hay que recordar porque en economía dos más dos son cuatro.
Si algo muestra -en su justa dimensión- la crisis que vive el PJ, esto se da con la definición de sus dos candidatos a Presidente. Ninguno de ellos, con militancia dentro del PJ, que hayan sido parte del PJ al momento de su consagración. En el caso de Alberto, más alfonsinista que peronista, tenía su partido que se llama Parte; y en el caso de Massa, tenía, tiene y aún forma parte de él, otra expresión que es el Frente Renovador.
Sacó partido de las peleas en JxC y del descontrol en el Gobierno
Milei se llevó el pozo
En una lectura realista, es hoy Presidente por los errores de los otros dos frentes y por el hastío de la gente contra la política. Aparecía como opción y se llevó «la carne con gancho y todo». En la primera vuelta le alcanzó el apoyo popular para pasar a la final, porque reflejó más nítidamente el cambio que la sociedad reclamaba, frente al desbande que hubo en Juntos. En el ballotage, sumó a los que en la primera vuelta no votaron a Sergio Massa, algo obvio que los que no votan de entrada no acompañan luego. Optan en todo caso por el que consideran el mal menor. El verdadero capital del primer mandatario es el que logró el 22 de octubre. Lo otro fue relativo, de ahí la importancia de las mediciones actuales que le dan un 56% de aprobación.
La pelea del PRO, por un lado, y los radicales, por otro
Hasta hace unos meses, Juntos por el Cambio era el claro favorito de la elección. Sólo se discutía Macri sí, Macri no. Los radicales sufrieron la impronta de Gerardo Morales que hizo la personal, entonces como la está haciendo ahora, notoriamente menguado. De entrada, apostaron a ser nuevamente furgón de cola de un PRO que ni siquiera definía su liderazgo. Con todo, su cosecha en términos de gobernaciones, intendencias y legisladores no fue menor. Quizás haya que pensar que mientras la UCR no pase la transición de Lousteau, difícilmente sea un partido con atracción nacional en una presidencial.
Lo del PRO fue patético. Horacio Rodríguez Larreta, que desde el principio fue considerado el candidato natural, sufrió el esmerilamiento sistemático de su mentor, Mauricio Macri, que luego de bajarse de la candidatura se empeñó -vía el apoyo a Patricia Bullrich- en evitar que el mismo coronara. En verdad, el apoyo a Bullrich nunca fue sincero. Era la vía para no allanar el camino del Jefe de Gobierno. Desde el momento en que la primera coronó la candidatura del PRO, las señales del ex Presidente comenzaron a ser equívocas, con guiños no disimulados a Javier Milei, a quien, en los hechos, consideraba la mejor opción.
Su objetivo estaba en que no ganara Horacio, que el PRO mantuviera el bastión capitalino de la mano de su primo -candidato- y que Massa sea derrotado, objetivo principalísimo.
Podría decirse que le salió casi redondo. Aunque hubiera esperado del candidato ganador que la abriera más el juego. Para Milei fue un apoyo desinteresado. No es éste precisamente el pensamiento ni de Macri, ni del PRO, que esperaban ser cogobierno y tener una incidencia que no lograron. Aun así, para Macri la ecuación cerró. No se logró todo, pero lo que se logró fue suficiente porque, además, despejó su horizonte en el siempre difícil terreno de la Justicia.
¿Y el PJ?
Hizo todo lo contrario a lo aconsejable para ganar. Y no fue responsabilidad única de Alberto. Desde el inicio, soportó un hostigamiento y una «guerra fría» incomprensible en términos de gestión y de perspectivas electorales. Los números son demostrativos del caos de un Gobierno sin conducción. El «fuego amigo» fue constante, hasta el último día de gestión. El PJ, como partido no funcionó. Su presidencia estuvo «pintada». Tener que acudir nuevamente a un candidato de otro signo político no pareció lo más lógico en una expresión con ocho décadas de historia. Cristina Kirchner, como Macri, tenía su objetivo primordial. Conservar la Provincia de Buenos Aires como el ex Presidente apostó a mantener la Ciudad Autónoma. La ex Vicepresidente quería, además, la mayor cantidad de legisladores en el futuro Congreso. Por eso no dudó en ser generosa al bendecir la pretensión de los gobernadores, de impulsar a Massa, pero se reservó el papel de víctima para que -como contrapartida al sacrificio de «Wado»- pudiera tener un lote importante de diputados y senadores marca líquida como escudo del tiempo que se viene. Así, Sergio Massa fue bendecido. Quizás no para ganar la Presidencia, algo que en términos lógicos era imposible, porque en el ballotage el voto anti peronista sería siempre mayor, sino porque Massa aseguraba mejor resultado que nadie para el 22 de octubre.
¿Y el futuro?
Lo que se ve hoy no parece bueno para el peronismo. En los meses venideros, el kirchnerismo terminará siendo un sector más del justicialismo, en franca caída. La Cámpora habrá cumplido su ciclo. Kicillof intentará interpretar la nueva melodía, lejos de la influencia de Máximo, quien deberá dejar la Presidencia del PJ bonaerense en otras manos. Pero lo más probable es, como pasó otras veces, que esta expresión política con ocho décadas de vigencia recupere el protagonismo, considerando que la base sigue siendo peronista. El peronismo es -antes que nada- un sentimiento y que como pocos tiene vocación de poder, se adapta a los cambios y sabe aggiornarse adecuándose a los tiempos. De cara a 2027, sigue siendo el favorito.
En el anti peronismo habrá que ver quién queda parado con la chapa del cambio. Si Milei anda muy bien, el escenario será polarizado. De ahí la importancia del PJ de tener una cara competitiva, que no es Kicillof, que aparte de tener la maldición histórica de que ningún gobernador llegó a Presidente, es del Amba y tiene un sello kirchnerista que no lo ayuda.
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