El fútbol argentino y mundial está de luto. Ayer se apagó la vida de César Luis Menotti. El ex DT tenía 85 años y estaba internado desde principios de abril por un cuadro de anemia severa del que no se pudo recuperar.
El «Flaco», como se lo conocía popularmente, fue el director técnico que ganó en 1978 el primer Mundial con la Selección Argentina, que marcó un antes y un después con su trabajo a largo plazo, en tiempos de inestabilidad institucional en el país y en la propia AFA. Repetiría la consagración en 1979, en Japón, con un combinado juvenil capitaneado por Diego Armando Maradona (al que debió dejar afuera de la Mayor), que el propio seleccionador consideró el mejor plantel que llegó a dirigir.
Su huella en la provincia
Los amistosos de la Selección Argentina contra combinados del Interior fueron un clásico en la época de Menotti como DT del equipo nacional. Antes del Mundial 1978, el conjunto que sería campeón del mundo llegó hasta la cancha de Lipton para enfrentar a la Selección de la Liga de Corrientes. El «Flaco» quiso probar variantes, formando el equipo con La Volpe, Olguín, Luis Galván, Killer (Oviedo), Bottaniz (Tarantini); Larrosa, Rubén Galván, Alonso; Houseman (Ortiz), Bravo y Bertoni (Maradona). Argentina se impuso por 2-1, con goles de Alonso y Bertoni.
El periodista Carlos Ares manifestó, a través de un artículo denominado Del baúl de los recuerdos: «El día que Corrientes abrazó al campeón del mundo, hizo, como enviado especial, una crónica excepcional de ese histórico encuentro para nuestra provincia».
El 7 de mayo de 1978 (mañana se cumplen nada menos que 46 años de este hecho), la Selección Argentina recibió el cariño del pueblo correntino. En el estadio del Lipton FC (Corrientes), en carácter de amistoso, la Selección, a menos de un mes de arrancar el Mundial Argentina ’78, derrotaba por 2 a 1 al Combinado de la Liga Correntina de Fútbol. Diego Maradona usó la N° 16.
Esta vez aplaudió Corrientes
Tira Diego Maradona quien ingresó en el segundo tiempo. Lo mira de cerca el otro talento: «Beto» Alonso. Una de las mejores jugadas que produjo la Selección ante la Liga Correntina, en un partido monótono como entrenamiento que, finalmente, ganó por dos a uno, con goles de Alonso y Bertoni, y Taboada para los locales. Después del encuentro Menotti admitió: «Estas confrontaciones no nos sirven de mucho, porque se jugó en un piso malo y sin exigencias. El próximo partido será en Bahía Blanca y el siguiente en Córdoba. Pero más útiles serán los partidos entre nosotros, a puertas cerradas, porque todo el plantel tiene el ritmo necesario para hacer partidos de más movimiento. ¿La conclusión más importante de hoy? Creo que la ratificación de Luis Galván como número 2».
Un pueblo de pie
Alzados en ojos oscuros como pibes que investigan desde su breve asombro las insólitas alturas que recorre el «Flaco» Menotti. Como los miles de mujeres y hombres que se adivinan apenas detrás de todos los ventanales del hotel. Apretados en simbólicas guardias de honor. Ignorados, premiados apenas con una firma sobre un papel en blanco. Agitando los brazos a lo largo de la ruta, cantando en la tribuna, liberando voces y gritos que forman un inviolable cordón de cariño alrededor de cada uno de los jugadores.
Nada podría contarse antes de este reconocimiento agradecido. Ellos son ahora los únicos y legítimos dueños del juego. Ya no hacen falta más demostraciones. Ya no hacen falta más demostraciones para entender que el fútbol nace y muere en el corazón de los pueblos.
El doctor oliva destacó el afecto de la gente
Doctor Oliva, ¿no cree usted que esta demostración de cariño en el fondo puede resultar negativa para los jugadores? Les transmite una carga de responsabilidad demasiado grande.
-No. Al contrario. Estas salidas con un buen complemento para nuestro trabajo. El afecto del público del Interior es diferente al que brinda la gente de Buenos Aires. Acá no depende tanto del éxito, de los resultados, es un poco más puro. Y el jugador se da cuenta, toma conciencia de lo que significa ser seleccionado en este momento. Les despierta un enorme sentido de responsabilidad que después transmite al trabajo. Sobre todo en este grupo que es tan serio, educado, humilde y unido.
Su punto de vista
Menotti, ¿para qué sirven estos partidos?
-En principio para lo que dijo Oliva, pero además para que se muevan y mantengan el ritmo los jugadores que no venían jugando habitualmente. Aunque me parece que después de los compromisos en Bahía Blanca y en Córdoba ya no vamos a jugar más contra nadie. Corremos el riesgo de alguna lesión y, por otra parte, no es tan útil tácticamente. La Selección ya tiene un ritmo muy superior al de cualquier otro equipo argentino y no conviene que los jugadores vuelvan al de antes. Además, entre nosotros, yo puedo parar el partido y hacer indicaciones o repetir cualquier jugada.
Y tenía razón Menotti. En la cancha se notó claramente que la Selección salió a jugar sin exigirse como lo hizo en todos los partidos del Interior. Parando más la pelota, intentando algunos lujos y sin forzar el ritmo. Pensando en el espectáculo, en el carácter amistoso del partido, respetando las piernas propias y las de enfrente. Ni siquiera es posible juzgar los dos o tres errores de La Volpe, perdiendo las pelotas que eran de él; las paredes exactas de Alonso-Bravo, los hamaques de Bertoni o los de Ortiz cuando entró. Lo mejor fue el gol de Alonso. Por la proyección de Olguín hasta el fondo, el centro que bajó Bertoni al área, la media vuelta de Larrosa, que rebotó en un defensor, y el pase del mismo Larrosa para que al final la clavara Alonso con un zurdazo voleado al ángulo. Aunque esa jugada también sirva para resumir el partido. No se pueden concebir tantas ventajas a un metro del área.
También queda ese equipo que salió a la cancha de Lipton cargado de aplausos: La Volpe, Olguín, Luis Galván, Killer (Oviedo a los 66′), Bottaniz (Tarantini a los 72′); Larrosa, Rubén Galván, Alonso, Houseman (Ortiz a los 60′); Bravo, Bertoni (Maradona 69′). Los goles de Alonso (a los 11′) y de Bertoni (a los 52′), que le dieron la victoria por 2-1 sobre la Liga Correntina. En definitiva, quedan los apuntes estadísticos de siempre. Pero más allá de eso, queda el testimonio emocionado de una ciudad entera entregando el corazón.
Corrientes de pie, como el país, jugándose por el equipo y el fútbol que se siente.
Con sus convicciones y filosofía, marcó un antes y un después en el fútbol
La historia del fútbol argentino podría definirse a partir de un antes y un después de César Luis Menotti.
En 1974, cuando David Bracuto, por entonces presidente de la AFA, le ofreció el puesto de técnico de la Selección Argentina, reinaba la improvisación. Organizar y programar el trabajo de las selecciones nacionales a largo plazo era algo insignificante, anecdótico para la época. Eran palabras reservadas para los equipos chicos, sin historia.
¿Para qué, si con la materia prima que tenemos en el país nos sobra? ¿Para qué, si los argentinos somos los mejores del mundo? Ese pensamiento chocaba con la realidad, claro, porque «los mejores del mundo» nunca habían ganado un Mundial, por ejemplo, y se conformaban casi siempre con ser los «campeones morales».
«Los mejores del mundo» venían de sacar cuatro puntos sobre 12 disputados en el Mundial de Alemania ’74, de quedar eliminados en la clasificación al Mundial de México ’70, de frustraciones sucesivas en Inglaterra ’66, Chile ’62, Suecia ’58 y la lista sigue.
Por primera vez en mucho tiempo los jugadores de la Selección empezaron a trabajar de acuerdo a un plan trazado con antelación, que se fue cumpliendo de acuerdo a lo pautado.
Dejaron de juntarse dos días antes de un partido porque ya sabían que el calendario decía que tal fecha se jugaba un amistoso contra determinado rival. Se había armado un calendario internacional, una utopía cuando Menotti se hizo cargo del equipo, y la Selección pudo medirse seguido con las potencias del fútbol europeo.
En este cambio histórico mucho tuvo que ver Menotti, sin duda, pero también influyó en gran medida un dato fuerte: la Copa del Mundo, por primera vez, se iba a jugar en la Argentina. Era clave que la Selección tuviera una destacada actuación en el país, para satisfacer a un pueblo netamente futbolero y para tapar -con el proceso militar más sangriento de la historia en el poder- las atrocidades cometidas por los dictadores.
Menotti nació el 5 de noviembre de 1938, en Santa Fe, donde dio sus primeros pasos como jugador, primero en Unión América de Fisherton y luego en la Liga Carcarañense. Más tarde llegaría a Rosario Central, club en el que debutó, luego jugaría en Racing y en Boca.
Antes de retirarse, iba a darse el gusto de pasar por el Generals de Estados Unidos, el antecesor del Cosmos, y el Santos de Pelé. Estaba claro que lo suyo iba a estar vinculado a la dirección técnica, y a eso se dedicó tras retirarse cuando todavía tenía paño para seguir en el fútbol profesional.
En 1970 fue asesor de Miguel Antonio Juárez en Newell’s, y un año después llegaría el gran desafío de su carrera: Huracán. Con el «Globo», en 1973, se consagró campeón, y dejó marcado su sello en un equipo que era un deleite para la vista. Brindisi, Babington, Avallay y Houseman, entre otros, fueron abanderados del discurso menottista. De allí, el trampolín al conjunto nacional.
Dueño de un mensaje motivador, con claridad de concepto, sin complicaciones para el jugador, Menotti armó una Selección que privilegió a los buenos jugadores y tuvo como premisa el buen trato de la pelota. Ardiles, Valencia, Alonso, Villa, Kempes, Houseman, Bertoni, Luque y Ortiz pueden dar fe. Su discurso siempre le dio prioridad al buen fútbol antes que al resultado. O mejor: para llegar al resultado (ganar) hay que jugar bien al fútbol.
Y consiguió que, definitivamente, la Selección Argentina asumiera un protagonismo que hasta su llegada no tenía, que saliera a jugar los partidos sin miedo, de igual a igual con las grandes potencias. Con Menotti llegó el primer título mundial de mayores, y un año más tarde, en 1979, el primero también en juveniles, con Maradona como abanderado.
La eterna pelea con Bilardo
César Luis Menotti y Carlos Bilardo siempre estuvieron en polos opuestos. Tanto como jugadores, pero principalmente en el modo de sentir el fútbol. El «Flaco» siempre se mostró como un lírico. Le gustaba ganar, como a todos, pero prefería jugar lindo. El «Narigón» siempre puso los resultados por sobre las formas.
Todo comenzó en mayo de 1983, cuando la Selección Argentina jugó un amistoso en España contra el Valladolid. El ciclo de Carlos Bilardo no lograba ganarse el respeto de los argentinos y las críticas subían de nivel. La prensa martillaba. Pero hubo una declaración que realmente molestó al cuerpo técnico.
César Luis Menotti, que se había alejado de la Selección luego de dos ciclos y la conquista del Mundial en 1978, lanzó un dardo que enfureció a Bilardo. Argentina perdió en mayo de 1983 con un 2 a 0 frente al Valladolid en un amistoso que dejó a la vista de todos el mal funcionamiento de Argentina y desde el lado de Menotti no lo dejaron pasar.
En medio de una crítica marcada, Menotti afirmó que Argentina no podía regalar su prestigio con esa clase de partidos. Bilardo leyó eso y enfureció, detalla el periodista Andrés Burgo en la serie documental Bilardo, el doctor del fútbol, que se emite por HBO Max. Si hay que buscar un punto donde la enemistad entre ambos se potenció definitivamente hay que ir a ese día. Ya nada volvería a ser igual.
Si antes había una cierta relación de respeto entre Bilardo y Menotti, lo que nació ahí fue un enfrentamiento feroz, una batalla incesante que recién en los últimos años bajó su intensidad.
Carlos Bilardo y César Luis Menotti son el fútbol argentino. Opuestos, extremadamente distintos, pero con un punto en común suficiente como para dejarlos en lo más alto. Cada uno con su estilo llevó a la Selección Argentina a la cima del mundo.
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