Por Noelia Irene Barrios
EL LIBERTADOR
Los esteros del Iberá son uno de los paisajes más bellos que tiene la provincia de Corrientes. El gran humedal que se extiende por varios departamentos es una de las riquezas naturales más importantes y atractivas del país. Son también un lugar que causa admiración, tanto por la geografía como por sus misterios, y hay muchas leyendas que se cuentan sobre los secretos que esconde bajo la superficie. Una de ellas cuenta que existe una ciudad perdida en sus aguas, cuyos habitantes fueron condenados a permanecer entre dos mundos. Algunos pobladores explican así los extraños sonidos y las apariciones de los que algunos fueron testigos y decidieron contarlo en un registro que ya tiene poco más de 50 años.
Fue la investigadora folclorista y lingüista, Berta Vidal de Battini, quien en la década del ’50 recorrió la provincia recogiendo las leyendas populares que se transmitieron a través de generaciones. Su trabajo consistía en registrar las voces de los pobladores de las distintas localidades para luego agrupar esas historias y las de otras partes del país en una monumental obra que se publicó en 1980 bajo el nombre Cuentos y leyendas populares de la Argentina. Es en el séptimo de los diez volúmenes de este trabajo donde reprodujo el relato de la ciudad perdida en el Iberá.
HISTORIAS
El testimonio más completo, fue el que le dio una anciana de Esquina, en 1951. Se llamaba Zoila Larislada Ojeda y ella contaba: «En la laguna de Iberá dicen que es cierto que habitan personas del otro mundo, porque dicen que ahí cantan, hablan, tocan la campana y hay música. Se oye el canto del gallo. Y que están muy retiradas las estancias, leguas y leguas, y también no hay casas cerca. Y hay como una hora que sopla un viento a veces Norte y a veces Sur, pero muy fuerte, como si no juera de este mundo».
La historia de la mujer mencionaba que hace mucho tiempo, en esa zona hubo una gran ciudad y que sus habitantes tenían muchas riquezas, pero como eran «gente mala y poco caritativa», fueron condenados y quedaron bajo el agua. «Yo he visto un viejito que en un caballo tordillo anda en esa isla de la laguna Iberá. Y que todo el mundo lo ve. Anda por todo’ lado’ y después se pierde en la laguna. Eso se suele ver al alba. Se ve medio borroso todo. Todo el mundo dice que hay habitantes en el centro de la laguna, pero nadie puede llegar», agregaba.
Otra mujer, Rafaela Demá, habitante de Villa Pellegrini, en San Martín, decía en 1952: «Dicen que muchas veces se oye cacareando la gallina o canta el gallo y gente que habla y arrea vacas… Dicen que es un pueblo que se hundió, que está adentro, que es por castigo de la gente mala que había… Dicen que se ve una mujer. Que adelante es mujer y la parte de atrás un caballo. Que muchos la vieron…».
Sobre las voces y sonidos, también decía Benigno González, de 74 años y de la misma zona en la que vivía Rafaela, decía también en ese entonces: «En la oscuridad, cuando hace mal tiempo, se oye acá, en la laguna Ibera, una embarcación que viene llegando a su ranchada. Usted cree que son mariscadores. Se levanta usted y se va a ver quién viene y no le ve nada. Nada más que el movimiento y el ruido. Será que hay algo en el monte que es invisible. Ríen, hablan. Vienen haciendo el ruido de la canoa. Usted oye que echa la pala sobre la canoa. Se oye grito’ de animales. Y lo que usted llegó, no aparece nada».
LOS TESOROS
Las otras versiones que hacen referencia a una ciudad perdida coinciden en que guarda muchas riquezas. Y en ese punto, los relatos se entrecruzan con datos históricos reales. En 1959, un joven sanluiseño de apellido Fornari relataba que en el lecho de la laguna estaba un tesoro de los jesuitas que habitaron en la zona y que, para huir de las invasiones, colocaron los tesoros en el fondo y se fueron. «Y las personas que entran ahí no salen más porque el agua se abre y se cierra. Todo es de misterio en la laguna», decía.
Una historia similar a la de Bernardina Fernández, residente de 71 años de Villa Carlos Pellegrini, que en 1952 contaba: «Dicen que acá, en la laguna, está un pueblo de los jesuitas, y hay un gran tesoro. Dicen que ellos, cuando se iban a retirar, enterraron todo acá, toda la riqueza… Había candeleros de plata, platos, fuentes de plata y oro. Un tesoro había..».
Varias versiones sobre un mismo misterio que se mantiene gracias al registro de estas voces que una vez habitaron los esteros.
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