La depresión es una de las enfermedades más comunes y hoy en día es el trastorno de estado de ánimo más prevalente en la población general.
El Día Mundial de la Lucha contra la Depresión se celebra el 13 de enero. Una fecha importante para reflexionar sobre cómo contribuir a sensibilizar a la población sobre la gravedad de la depresión, promover la detección temprana, orientar sobre cómo tratarla y disminuir el estigma asociado a esta silenciosa pero efectiva enfermedad.
La depresión forma parte de las enfermedades más comunes de la mente, considerándose hoy en día el trastorno de estado de ánimo más prevalente en la población general.
El dr. Francisco Saurí, Titular de Cátedra de Salud Mental en Medicina de la Fundación Barceló comenta al respecto que: “Como cualquier órgano del cuerpo, el cerebro también puede enfermarse. Desde el abordaje psicoterapéutico es sustancial que quien padece de depresión pueda aceptarlo para poder ser tratado con eficacia. Independientemente de los medios y las formas, sacar a la luz esa dolencia es la mejor manera de pedir ayuda.”
No es fácil pedir ayuda a las personas que la padecen, sea por miedo a ser juzgados, a ser medicados o a que se deban hacer cambios radicales en la manera de vivir. El ser humano es un ser social, se vincula con amigos, con familia, con su trabajo, y las drogas de abuso nos encierran en un mundo de egocentrismo y pérdida del control de nuestros impulsos. Básicamente altera la capacidad de tomar decisiones adecuadas prevaleciendo la impulsividad y la desesperación por sobre nuestro raciocinio, apareciendo habitualmente un desorden biológico y social. Tienden a aparecer conductas de riesgo, aislamiento social, pérdida del trabajo y de actividades placenteras y, por ende, se van profundizando los síntomas de la depresión.
“La persona deprimida suele encerrarse en su propio mundo, por lo que la depresión es una enfermedad que no permite que la delaten. Obliga a su rehén a padecerla en silencio. Y aquí es donde el entorno debe estar alerta: es fundamental que sepa escuchar; y, principalmente, que aprenda a no juzgar”, recalca el Dr. Saurí.
Lamentablemente el consumo de drogas es una combinación extremadamente frecuente con los trastornos anímicos y de ansiedad ya que éstos nos tornan más vulnerables a buscar herramientas para esconder el malestar anímico momentáneamente sin percibir lo riesgoso de su consumo, y no solo eso, sino también desconocen mayormente que las drogas y el alcohol profundizan estos malestares que poseen de base.
La adicción a cualquier tipo de sustancia provoca en el cerebro una falsa sensación de recompensa, algo así como un “alivio temporal y de corta duración” que rápidamente desaparece quedando como secuela un recuerdo desesperante de ese breve momento de olvidos y/o desapegos de los tan desagradables síntomas depresivos.
Es frecuente que el entorno de la persona afectada, con buena fe, aliente a éste con frases como “mirá las cosas positivamente” o “pone fuerza de voluntad que tenés todo para estar bien”, y justamente voluntad es lo que la persona con depresión no tiene, o tiene poca. Es por eso que es importante aprender a ver y escuchar. Hasta la más aparente pequeña intervención puede hacer la diferencia para quien lo necesita.