Guido Croxatto, director de la Ecae, pudo llegar a la sala privada donde está el féretro del ex Presidente. Dejó un sobre con 40 carillas sobre la silla donde se sienta Cristina. Era un informe sobre el FMI escrito por él en 2004 y que Kirchner nunca pudo ver. Lo acompañaron el fiscal de Estado, Fernando Tanarro; el director de la UTN, Sebastián Puig, y el presidente de la Academia de Ciencias Sociales, Diego Lerena. La emoción, el silencio, las palabras y el gesto de José, el encargado que permitió cumplir con una promesa.
02-TAPA-POLITICA-24«Escucho las voces de las calles, pero también oigo los ecos».
(Frase del discurso de Joan Manuel Serrat al recibir el doctorado Honoris Causa en la UCR, Universidad de Costa Rica, el viernes 27 de mayo de 2022)
Los cinco escalones para subir y llegar a las rejas y la puerta del Mausoleo Néstor Kirchner en Río Gallegos parecían eternos. Para Guido Croxatto, director de la Ecae (Escuela de Abogados del Estado), fue un largo camino: hizo más de 3.000 kilómetros para estar ahí. Quería saltarlos. Durante años soñó con este momento. Casi despeinado, traje, camisa blanca desabrochada y corbata azul. Brillaban sus zapatos. En su mano derecha, un sobre color papel madera. Adentro, 40 carillas recién impresas. Abrochadas.
Lo acompañaron el fiscal de Estado Fernando Tanarro; el director de la UTN, Sebastián Puig, y el presidente de la Academia de Ciencias Sociales, doctor Diego Lerena.
José, el encargado, esperó con su llave. Los hizo pasar. Los cuatro entraron. Silencio. El sol y la llegada de la primavera hicieron una tarde apacible.
Empezó el recorrido. Se detuvieron en las fotos de Néstor Kirchner. Sobre todo, en la que sonreía. Caminata circular y desde lo alto vieron el féretro. Ahí estaba. Ahí está. Se emocionaron. Hablaron. Dijeron palabras que llegaron al oído de José. Él también se conmovió. Él supo, sabe, de la importancia de este instante.
Decidió que Croxatto pudiera cumplir su promesa. José le pidió que le pusiera nombre al sobre. Lo hizo. Y hasta le indicó dónde dejarlo: sobre la silla donde Cristina se sienta cada vez que visita el mausoleo. La distancia entre la silla, silloncito color crema, y el cajón es mínima. Sintió que hay una conexión.
Las cámaras de seguridad registraron todo. Los que tenían que ver, vieron. Y así la Policía alertó: ¿Quién está ahí adentro? Sin problemas.
Los cuatro salieron en silencio. Croxatto creyó que volaba. La caminata de 100 metros hasta la sede de la UTN, donde minutos después dio una conferencia sobre La defensa del interés público, estaba en sintonía con lo que acababa de hacer. Ese trayecto fue un recorrido de éxtasis. Conmovidos, se contaron entre sí lo que viveron.
Como lo adelantó en La Opinión Austral, Guido Croxatto «cerró un círculo». Tuvo el privilegio de llegar a un lugar soñado.
Argentina, el FMI y la crisis de la deuda, Análisis 2, se llama el informe del Ministerio de Economía. Era julio de 2004.
Croxatto le reveló a La Opinión Austral que José le dijo que ahí no entra nadie. «Lo mío fue estar con él. Sobran las palabras. Refuerza los compromisos».
Y ahí toma valor para reconocer que vio las lágrimas de Sebastián Puig. Lloró. No se animó a entrar. «No puedo mirar de frente el cajón», le confesó.
Croxatto habló con el corazón. En exclusivo, contó los detalles de lo que vivió y vivieron aquel 21 de septiembre.»Tuve este privilegio único, el de acceder al féretro y dejar ese informe. En 2004 era un pasante, un ghost writer, escribiente del Ministerio de Economía que conducía Roberto Lavagna. Yo trabajaba para él y para el secretario de Finanzas, Guillermo Nielsen. Cuando Kirchner anunció el pago al FMI en el Salón Blanco, la misma semana que a Brasil, fue un día inolvidable. Me acuerdo de eso porque saludó a todos y yo era el último y me saludó también. Kirchner le pidió a Lavagna que rehiciera el informe porque era muy condescendiente con el FMI y no era lo suficientemente duro o crítico con la responsabilidad del organismo en la crisis del 2001/2002, con el Mega canje, la fuga de capitales.
Yo pongo el acento, por ejemplo, en ese primer informe en la poca seriedad que un organismo le pida a un país que derogue una ley, la ley de subversión económica, una ley de la dictadura que el FMI nunca había cuestionado, pero que en ese momento de plena crisis social, en vez de ayudar a la Argentina a salir del colapso económico y social, el organismo sólo estaba cuestiona do por derogar una ley de la dictadura por si algún juez valiente la usaba para procesar a algún banquero que había hecho un negocio contra la Argentina y para favorecer la fuga de capitales y la evasión. Cuando Néstor le pide a Lavagna que lo rehaga, se lo da a Nielsen y él nos asigna la tarea a Chodos, actual representante argentino ante el FMI, y a mí. Estuvimos durante mucho tiempo escribiendo, escribiendo ese informe con datos que me daban y hasta pusimos un memorándum de Anne Krueger. Contamos un montón de cosas, que también son acceso a la información pública, que son importantes verdaderamente para alguna vez conocer cómo funciona el detrás de escena del poder económico y cómo esos organismos muchas veces son la pantalla para que el lobby internacional haga negocios en la Argentina y en nuestros países.
Hasta se contrató un diseñador gráfico, Alejandro Torchio. Nos reunimos con él para definir los detalles gráficos de la maqueta de la publicación de este informe y cuando ya estaba todo listo para su publicación, tuvimos una reunión con segundas líneas del Ministerio de Economía y ahí dos funcionarios, uno de ellos luego se fue a trabajar con Macri, nos dicen que eso no se podía publicar porque era muy duro con los bancos, con los organismos internacionales. Sigo pensando qué duro era lo que pasaba en la Argentina, duro era la realidad social de nuestro país, no el informe. Estaba estudiando abogacía. Y hasta en el baño me decían eso no se puede publicar, eso fue duro. Cuando Lavagna se fue de Economía, ese informe quedó en el aire. Me hizo sentir el compromiso con la defensa de los intereses de la nación, qué es la misma tarea que tenemos ahora en la Procuración del Tesoro. Casi 20 años después, con este informe que tenía en PDF y mi viaje a Santa Cruz, me pareció que era el momento indicado para cerrar este círculo y llevárselo en persona a Néstor Kirchner al mausoleo. Y tuve ese privilegio, y esto es lo conmovedor: no sólo haber entrado al mausoleo, sino también por José, el encargado de las llaves, un chico simple, que me lo permitió luego de escuchar esta historia y que yo tenía el informe impreso en la mano. Me dijo: ‘Acá no entra nadie, sólo las visitas que pueden mirar desde arriba el féretro…’ Me hizo un par de preguntas y me evaluó a su manera. Se agarró la cabeza. Creo que ahí es cuando se dio cuenta de la importancia de lo que yo había dicho. ‘Ya escuché todo’. Y él sólo decidió abrir la puerta de abajo para que yo pudiera acercarle el informe a Néstor Kirchner y dejarlo, por indicación de José, en la silla donde se sienta Cristina. De hecho, José me dijo: ‘Escribí tu nombre en el papel madera’. Para mí fue muy conmovedor estar delante de Kirchner y sentir que cumplía mi tarea: lo que él pidió, ordenó, y que por esas vueltas que tiene la vida, hoy, desde la Procuración del Tesoro pude lograr esa misión y dejárselo».
Por Hugo Ferrer.
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